—Su abuela se pondrá bien, señorita Martin. Es el shock sobre todo...
Jessica asintió. Tenía los ojos llenos de lágrimas mientras sujetaba la mano de su abuela pensando lo pálida y pequeña se la veía allí, tumbada en la cama del hospital.
Pero suponía que eso era lo que pasaba cuando alguien que uno pensaba que era indestructible sufría un problema.
Por primera vez pensó que su abuela estaba haciéndose vieja. Que nada se quedaba como estaba.
—Gracias, doctor. Se lo agradezco —dijo Jessica mirando al traumatólogo cirujano.
—Es una paciente muy interesante —sonrió el médico.
Después de que se fuera el cirujano, Jessica miró a su abuela con una mezcla de amor e impaciencia.
—¡No deberías haber bailado salsa! —exclamó—. ¡A tu edad, no!
Su abuela sonrió.
—Oh, ¡maldita sea, Jessica! No puedo hacer caso de todo lo que se supone que no tengo que hacer. Siempre me ha gustado bailar, como sabes. Fue mi compañero el que me hizo caer —levantó la muñeca cubierta de escayola—. El problema es que se trata de mi muñeca derecha. No puedo agarrar nada. Tendré que pedirle a alguien que me haga la compra.
Jessica asintió.
—Y alguien que le haga la limpieza —agregó, pensando cómo podía ayudar.
Podía quedarse allí aquella noche, tendría que hacerlo. Acababa de llamar a Harry a la oficina, algo que no hacía nunca, para decirle que estaría fuera.
—¿Qué sucede? —le había preguntado.
—Mi abuela se ha roto la muñeca, pero está bien.
—Eso está bien —respondió él distraídamente.
Jessica oyó el rumor de voces de fondo y los timbres de los teléfonos sonando, y comprendió que él no estaba interesado realmente en sus problemas familiares.
El asunto era que en el trabajo no le darían días indefinidos para cuidar a su abuela.
—Tenemos que buscar a alguien para que venga a ayudarte —dijo Jessica a su abuela.
—Pero eso es muy caro, Jessica. Todo el mundo lo dice. No tenemos... —dijo su abuela.
—Oh, sí, tenemos. No te preocupes por nada. Ya lo arreglaré.
Jessica sabía exactamente qué iba a hacer, aunque no le gustaba la idea. Tenía la pulsera en su bolso. La llevaba siempre consigo, por miedo a dejar algo tan valioso en su casa.
Era curioso, pero la idea de deshacerse de ella en cierto modo era un alivio. Representaba mucho y nada a la vez. No se la habían regalado por amor, sino como algo que valía mucho dinero. Su precio era su valor. Así que, ¿por qué iba a conservarla si representaba aquello que jamás tendría de Harry?
La cantidad que le ofreció el joyero fue ridículamente alta.
—Es una pieza fabulosa —comentó el hombre mientras la miraba con la lupa.
Pareció sorprendido cuando Jessica aceptó la suma de dinero sin discusión.Pero ella no sabía nada de diamantes. Necesitaba dinero, rápido.
—He arreglado para que vengan a ayudarte dos veces al día —le dijo a su abuela cuando ya estaban en la pequeña casa donde Jessica había pasado la mayor parte de la infancia—. Alguien que te haga la colada, cocine o te haga la compra, o lo que quieras. No tienes más que decírselo.

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El Millonario - Harry Styles
Romansa¡De limpiadora a amante de un millonario! Para quitarse de encima a las mujeres que lo perseguían, el millonario Harry Styles le propuso impulsivamente a la mujer de la limpieza de su oficina que lo acompañara a una cena. Jessica aceptó, reacia, per...