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La puerta de entrada se cerró detrás de ellos y Jessica miró a Harry, sin saber qué hacer. Se sentía presa de las sensaciones, y totalmente fuera de su ser en una situación como aquélla.

Notó vagamente que el apartamento de Harry era inmenso y que tenía un aire lujoso, pero a ella le daba igual.

Miró al hombre que tenía enfrente y vio sus ojos llenos de deseo.

Harry agarró su cara con ambas manos.

—Tienes miedo —dijo.

Era una observación más que una pregunta y sonó casi amable.

Jessica asintió y dijo:

—Un poco.

—¿Debo entender que no haces este tipo de cosas a menudo?

Ella agitó la cabeza.

—Nunca —susurró, un poco resentida porque él preguntase.

Pero era normal. No podía decirse que con él se hubiera hecho de rogar. Ni siquiera se había parado a pensar en qué se estaba metiendo.

—Mira, Harry, tal vez esto sea una locura...

Pero no pudo continuar porque él rozó sus labios con los suyos.

—No —murmuró—. No es una locura. Es perfecto. Será perfecto, créeme, Jessica. Pero salgamos de este vestíbulo y vayamos a algún lugar donde podamos estar más cómodos.

Harry entrelazó sus dedos a los de ella y la llevó por un aparentemente interminable pasillo.

El corazón de Jessica galopaba. «Cómodos», había dicho. Él parecía seguro de su poder sexual pero no se daba cuenta de que ella, si bien no era totalmente una novata, tampoco sabía mucho sobre hacer el amor.

¿Debía decírselo?

¿Y qué debería decirle? ¿Qué tenía miedo de decepcionarlo y que lo sentía totalmente fuera de su alcance? Como un potrillo acostumbrado a transportar niños alrededor de un campo a quien de pronto se le dejara competir con un aristocrático caballo en la carrera más importante de la temporada...

Cuando él la llevó al dormitorio más grande que había visto en su vida ella se quedó petrificada.

Jessica apenas observó la habitación. Su atención estaba en otra cosa.

—Ah, Jessica —murmuró Harry y la estrechó en sus brazos y le quitó un mechón de cabello de la cara—. Parece que fueran a echarte a los leones...

—¿Sí?

—Mm... ¿Puedo ser tu león? ¿Tu fiero león? —susurró Harry en su cuello—.¿Y te comeré toda? ¿Trocito a trocito, cara mia?

—¡Harry! —exclamó ella, temblando.

Harry sonrió al ver su sorpresa. Pero internamente le gustaba su falta de sofisticación. Su relativa inocencia era algo nuevo para él.

A no ser que fuera todo una farsa, una forma de hacer que él la respetase más.

Harry tiró de ella y acarició sus pechos. Sintió que la respiración de Jessica se aceleraba.

Si era una farsa, ¿qué importaba?

Al fin y al cabo, aquello no era más que una persecución temporal. Algo para que disfrutasen los dos. Y siempre que ella supiera cuáles eran las reglas, nadie resultaría herido.

Él la miró. Aquella noche ella llevaba un vestido color púrpura con diminutos botones delante, que él empezó a desabrochar uno a uno.

—¡Cuántos botones! ¿Usas esto deliberadamente?

El Millonario - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora