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Harry debería de haberse sentido contento. Liberado de una relación que había empezado a parecerle un poco traicionera.

Liberado de una relación con una pequeña ambiciosa de clase baja que había sobre estimado su poder sobre él.

Sus negocios en Londres iban viento en popa y su calendario social estaba lleno. Sí, debía sentirse feliz.

Entonces, ¿qué lo preocupaba?

¿Qué le producía aquella desazón?

¿Qué le hacía estar recordando aquellos ojos grises y aquellos labios rosa y aquel pelo brillante extendido en la almohada?

«¡Maldita sea!», pensó.

Firmó un papel más y lo puso en la pila. Luego se lo dio a la secretaria con gesto contrariado.

Sabía que estaba de mal humor, y que lo llevaba con él a la oficina. Pero no podía refrenarse.

Y tampoco podía saber exactamente cuál era la causa de su descontento.

Para un hombre que estaba acostumbrado a tener la solución de todo de forma fácil, aquello lo desconcertaba.

¿Era por qué Jessica había sido la que había terminado la relación?

Miró por la ventana.

Probablemente, porque él era quien tenía el control siempre. Quizás fuera porque semejante acción había herido su orgullo, y para un siciliano, el orgullo lo era todo.

Y quizás sobre todo era porque todavía quería hacer el amor con ella.

Porque la extraña magia sensual que ella había ejercido sobre el cuerpo de él todavía no había sido exorcizada. ¿Y qué iba a hacer con ello?

Se echó atrás en su silla y se pasó la mano por la mejilla de incipiente barba. La respuesta era ridículamente fácil.

¿Por qué no la llevaba a su cama por una noche y le recordaba lo que ella seguramente estaría echando de menos?

Sintió el deseo en su cuerpo.

Y para recordarle a él lo que había estado echando de menos también.

Harry se pasó la lengua por los labios. Tenerla gimiendo, satisfecha una vez más en sus brazos, debajo de él...

¿No lo ayudaría a quitársela de la cabeza de una vez por todas?

¿Dándole la posibilidad de abandonarla él y olvidarse de ella?

Levantó el teléfono y marcó su número.

Le sorprendió su poco entusiasmo cuando contestó.

Sus ex amantes saltaban de alegría si él se dignaba a llamarlas nuevamente. Jessica debería haber tenido un tono más bien de gratitud al oírlo otra vez.

Una vez que se saludaron educadamente ella fue directa.

—¿En qué puedo ayudarte, Harry? —preguntó.

¡Harry notó un tono en su voz como si la estuviera molestando!

—¿Te acuerdas de la salida que teníamos planeada hacer a la ópera? Bueno, te apetecía tanto que he decidido que aún podríamos hacerlo...

Jessica se miró en el espejo de su casa de Shepherd's Bush. Estaba muy pálida, y temblaba de rabia al oír su arrogante suposición. Porque concentrarse en ello era más fácil que concentrarse en lo mucho que lo echaba de menos, en cómo se le aceleraba el corazón con sólo oír su voz.

El Millonario - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora