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—¿Qué quieres decir con «su querida»? —le preguntó Willow.

Jessica revolvió la taza de cereales sin interés.

—Es una especie de acuerdo que los hombres hacen con las mujeres...

—¿Quieres decir que eso le permite comportarse como quiere sin tener ninguna responsabilidad con la mujer? ¿Por qué diablos has aceptado, Jessica? Porque deduzco que has aceptado, ¿no?

—Supongo que sí —dijo Jessica.

—Pero, ¿por qué? ¿Estás loca?

—Porque... Porque...

Porque lo adoraba. Porque entre ellos había nacido una camaradería desde que ella trabajaba para él, y eso había contribuido a que aprovechase aquella oportunidad.

—¿Por qué? —insistió Willow.

Jessica apartó la taza y miró a Willow.

—¿Vas a decirme que si hubieras estado en mi lugar no habrías sucumbido a sus encantos?

—Lo habría hecho esperar.

—Sí, seguro...

—Pero me pregunto por qué te escogió a ti —dijo Willow pensativamente. Luego, al ver la cara de Jessica corrigió—. Quiero decir, ¿no es un poco arriesgado, Jessica? Tú trabajas allí y todo eso...

—Quieres decir que limpio su oficina... —respondió Jessica con orgullo—. Y si quieres que te diga por qué creo que me escogió... Creo que ha sido precisamente por eso, porque limpio su oficina. Sé cuál es mi lugar, y no soy una amenaza para él.Podemos pasarlo bien sin que él se preocupe de que tenga que comprometerse —recordó sus palabras acerca de su boda con una siciliana virgen—. Porque eso no sucederá.

—¿Y...? ¿Y... me ha mencionado a mí?

Jessica no era cruel y no iba a decirle que ni siquiera recordaba su nombre.

—No. ¿Debería haberte nombrado?

—Entonces, ¿cuándo vas a verlo otra vez? —preguntó Willow—. ¿O es que no lo sabes? ¿Puede llamarte en cualquier momento, como quien pide una pizza?

—Ha estado fuera esta semana, en viaje de negocios. Viaja mucho. Esta semana está en Nueva York.

—Qué bien. ¿Lo viste antes de que se marchase?

—Brevemente.

Ella había estado muy nerviosa pensando que podía encontrarlo en su oficina cuando fuera a limpiar. Pero ni siquiera había estado allí él.

Y Jessica había limpiado las superficies con más energía que nunca y había resistido la tentación de curiosear por su escritorio, algo que nunca antes se le había ocurrido.

Cuando acababa de salir del aseo de su oficina con un trapo húmedo en la mano, la puerta se había abierto y él había entrado.

Llevaba un traje oscuro, lo que resaltaba su cabello negro y sus ojos azules. Él había puesto su maletín en su escritorio y la había mirado un largo momento.

—Jessica —había dicho.

Ella no sabía cómo reaccionar. Ella hubiera querido correr a sus brazos,acariciar su piel...

Pero no se atrevió.

—Ven —le ordenó él suavemente.

El trapo debía habérsele caído de los dedos para cuando llegó a él. Harry levantó sus manos y miró sus guantes de goma amarillos.

El Millonario - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora