Hay veces en las que una sola palabra basta para que la gente se eche a temblar. En aquella universidad, la palabra era Jungwon. Sin duda, ese chico pasaría a la historia del centro educativo como la única persona capaz de controlar a alumnos y profesores. En realidad, nunca le habías visto hacer algo así, pero los rumores que circulaban sobre él, bastaban para que te hicieras una idea, y lo evitaras todo lo posible. Por eso, sentiste que el mundo se te venía abajo cuando te dijeron que se había enamorado de ti.
- Será una broma de mal gusto- te decías.
Pero Jungwon iba en serio, y el chico se había encargado de acértelo saber. Resignada, volviste la mirada hacia tu examen de matemáticas. Arriba a la derecha, se podía ver la nota: claramente, otro suspenso.
Para variar.
¿Por qué se te tenía que dar tan mal esa asignatura? De pronto, un papel llegó a tu mesa. Lo abriste con disimulo, y al instante decidiste no haberlo hecho.
Desde aquí atrás se nota que has vuelto a suspender. ¿Cómo puedes ser tan mala?
Enfadada, arrugaste la nota y la tiraste al suelo. Puede que a Jungwon le hiciera mucha gracia tu situación, pero a ti, desde luego, no te hacía ninguna.
Aquella tarde fuiste a la biblioteca, estabas dispuesta a presentarte de nuevo al examen, y estaba claro que necesitabas estudiar. Pero las horas pasaban, y seguías sin entender nada.
- Qué voy a hacer...- dijiste enterrando la cara entre tus manos.
- Así no vas a llegar a ningún lado.
Alzaste la cabeza al oír aquella voz, encontrándote así con Jungwon sentado en la silla de enfrente.
- ¿Qué quieres?- preguntaste de mala gana.
- Oye, oye, que solo pretendo ayudar- dijo inocentemente mientras levantaba las manos.
- ¿Ayudar? ¿Tú? ¿La persona a la que todo el mundo teme?- no le creías.
- Sí, porque resulta que "la persona a la que todo el mundo teme", tiene las mejores notas en matemáticas de todo la universidad. Y tú, puede que las peores.
Enfadada, te levantaste dispuesta a irte, cuando el chico sacó un papel de la mochila. Era el examen que os habían dado apenas unas horas atrás... sin ningún error.
- ¿Te hace esto cambiar de opinión?- preguntó sonriendo, pues sabía que ya no podrías negarte.
Y era verdad. Suspirando, volviste a sentarte en la silla, y el chico asintió satisfecho.
- Me debes un helado y un beso después de esto- dijo antes de empezar a explicar la materia.
Tú solo pusiste los ojos en blanco.
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