Era 30 de octubre, casi día oficial de los muertos en México, y como cualquier escuela mexicana, de ley celebraríamos con un pequeño festejo nuestro día de muertos. Desde las ocho de la mañana, ya se encontraban ocupados todos los maestros de nivel secundaria junto con un estudiante o dos de cada grupo, dependiendo la ayuda que necesitarían para arreglar el patio. Habían pedido velas, flores de sempasuchi, incienzo, comidas típicas, retratos, adornos, decoraciones, hasta una calavera hecha en cartoncillo.
En toda la mañana, nadie hizo nada. La prefecta y la coordinadora pasaron a ponernos trabajo, pero era de esperarse que todos se pusieran a platicar tan pronto éstas dejaran el salón. Los más aplicados comenzaron a hacer el trabajo que habían dejado, como Said, Bogart, Alfonso, y Donovan. Quizás Aurora también, pero a veces se ponía a platicar con Said. Ya faltaban pocos minutos para el receso, cosa que provocaba las típicas mariposas en mi estómago, que, a pesar de que son lindas, las sentía minutos antes de receso, o cuando sonaba el timbre para salir. Y no, no era hambre. ¿Cómo lo sabía? Porque con hambre, me ruge la panza, y con amor simplemente no se sentía igual.
-Cuando den el toque, bajan los que vayan a comprar, y se suben-se asomó la prefecta a mi salón-, nadie se puede quedar abajo.
La mayoría del salón comenzó a reprochar porque queríamos ver cómo estaba quedando el lugar. Bueno. Ellos querían ver cómo estaba quedando el lugar. Yo nada más quería ver a Brayan.
(...)
Lizeth pasó su mano por mi brazo y continuamos bajando las últimas escaleras que quedaban para llegar a la cooperativa. Pedí un hot-cake como de costumbre, al igual que Lizeth, que siempre comemos casi lo mismo.
El patio central se encontraba repleto de sillas para un espectáculo que darían los niños de primaria, ya que secundaria esta vez se ocuparía de los arreglos para el final. Brayan no había bajado, y no lo veía por ninguna parte, hasta que las chicas decidieron irse por las escaleras del fondo. Los de preparatoria trataban de encender el incienzo, el cual emanaba un olor que a mí en lo personal me encantaba, ya que lo tenía siempre cerca en días cuaresmales, y navideños durante las misas en la iglesia.
-¿Ya viste quién anda con un sobrero por allá?-señaló Dafne mientras subíamos por las escaleras.
Giré mi mirada hacia el patio, el cual estaba debajo de nosotras, ya que íbamos en el segundo piso, y allí se encontraba Brayan ayudando con los adornos de un puesto. Portaba su uniforme del instituto, pero tenía un sobrero enorme-típico del mexicano-tapándole la mitad de la cabeza. Yo sonreí.
-Se ve lindo con sombrero-dije mientras él notó que yo lo miraba y sonrió a lo lejos.
-¿Lindo?-Dafne rió.
-Parece de esos tamaleros que luego ves en la calle.
-Hay, no sean tan malas-reí.
Entramos al salón, yo sin antes darle un último vistazo al patio desde arriba, y a Brayan que se encontraba sosteniendo unas flores mientras que el maestro de cultura las amarraba contra un poste. Cuando acabó el receso, entró el maestro de cultura, el mismo que estaba con Brayan, ya que él es el tutor de su grupo, quien tenía clases con nosotros en la siguiente hora.
Falta decir que yo me siento en la última banca de atrás, hasta la última fila del fondo del salón, literalmente, al otro lado de la puerta. Y la banca que yo usaba era lara zurdos, y aunque no lo fuera realmente, me gustaba usar esas bancas gracias a que son el doble de anchas que las diestras, y tenía más espacio para mí.
El profe comenzó a dar su clase normal, mientras que yo hacía algunas anotaciones que él dibujaba en el pizarrón. De la nada, todos empezaron a gritar mi nombre, a chiflar, y a hacer sonidos extraños. Yo levanté la mirada y vi a Brayan en la puerta de mi salón, pero claro, él no estaba viéndome.
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Thinking Out Loud
RomanceNo necesitamos de nadie para ser felices en este mundo, pero sí necesitamos de alguien para compartir nuestra felicidad.