CAPÍTULO 8: fiesta de alumnos (parte 1)

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Continué mi vida, sin el, sin mi abuelo, sin mi mejor amigo, sin mi matemático profesional... Sí, tenía a mi madre, mi tía, abuela, primos, primas... No cuento a mi padre, porque ya con nueve años me di cuenta que no podía contar con él para este tipos de cosas. Pero el no estaba, se había esfumad como la pólvora. Era increíble como de una noche a otra todos los momentos felices a su lado se habían convertido en un sabor amargo, imposibles de recordar si no quería caer en una depresión. 

Los meses pasaron, no lo sabía en ese momento, era muy pequeña para entender; con nueve años solo pensaba en quien invitaría a mi cumpleaños, en que no me gustaban para los nenucos y en la sonrisa de mamá con mis buenas notas. 

Era y sigo siendo de esas personas que sienten demasiado, que se dan cuenta de muchas cosas, pero no dicen nada. Omito mi voz como si fuera mudito de Blancanieves. 

Odiaba el número dieciocho, odiaba a todos, solo quería concentrarme en su cadena que me regaló, en aquella frase que un día hizo que me diera cuenta que no podía convertirme en una niña triste, apenada y que el se llevara toda mi alegría. Abuelo, fuiste muy egoísta si intestaste hacer eso. 

Pero la niña risueña con todas estaba de vuelta y esta vez para siempre. Obviamente soy humana y no puedo estar siempre riendo, todos tenemos malos días de tanto en tanto, pero quería disimularlo. 

La mujer esa, Diana era su nombre, se marchó de nuestras vidas. Para siempre. Gracias a dios.  Se divorció de su marido y se marchó a Colombia con su hijo. Jamás volvimos a saber nada más de ellos, pero habían dejado una enorme huella sobre nuestra familia... Bueno, no se si podría llamarse familia a aquello en casa. 

.....

Ya había pasado un par de años de la muerte del abuelo. Mi abuela paterna seguía en sus misma condiciones. 

La situación familiar, imaginaos, deplorable, fatídica. Pelea tras pelea, engaño tras engaño. Y ahí seguía mi madre, con el, no me atrevo ni a llamarle padre, esa palabra le quedaba enorme. 

Padre. 

Triste me parecía haber malgastado tantos años de mi vida en alguien que no era tanto como dijo ser... 

Y entonces llegó el día que colmó el vaso. 

Navidades. 1 De Enero De 2018. 

Era sábado y la abuela estaba con nosotros como todos los fines de semana. 

Como siempre eran casi las siete de la tarde y papá aún no había aparecido del trabajo, de vuelta estaba en aquel bar que tantos malos recuerdos me traían. 

22:00pm. ¿Papá dónde estás?

00.00am. ¿Papá vas a volver?

01.00am. Alba se ha aburrido de esperar y se ha dormido. 

02:30am. Un ruido. Alba se ha despertado y mamá no está en la cama. La abuela si. 

-¡LA MATO!

Papá. 

Me sobresalté por aquel grito  y fui a la habitación de mi padre, que era de donde provenía. 

Ambos nos miramos. 

-¿Papá?

-¡TÚ! VEN AQUÍ. 

Megara forcejeaba con el para que no me alcanzase. Cuando lo tuve frente a mí pude notar ese asqueroso olor a alcohol. Estaba borracho. 

Lloré y lloré. Toda la noche. Se oían los gritos de José a Megara. 

Lo oí decir que se marchaba de casa, que estaba harto de nosotras. 

QUERIDA NIÑA INMADURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora