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–Buenos días cariño– La voz baja de Jean se escuchó cerca de mi, sus manos me envolvieron y metieron en mi ropa– Es hora de despertar...

–No...– Negué con la cabeza y me cubrí con la sábana, quería seguir durmiendo

–Debemos hablar con mi madre, vamos cariño– Sus manos empezaron a jugar con la piel de mi estómago, un risa salió de mi seguido de un jadeo

–Ya basta, me levantaré– Dije golpeando sus manos– Te odio

–Yo también te amo– Con eso se levantó de la cama mientras yo apenas estiraba mis brazos

Tenía un pequeño dolor en la espalda, resultado de nuestras acrobacias durante el sexo. Aún así me levanté y fui directo al baño, donde me bañe y termine de despertar por completo.

Un desayuno ligero me esperaba en la mesa, bese a Jean de nuevo y juntos nos sentamos a comer. Esta era nuestra vida, nuestra rutina como pareja, como casados a partir de hoy.

Habían pasado muchos años desde que empezamos a salir, pero todos los días lograba enamorarme un poco más de el. Cada día era algo nuevo, nos conocíamos un poco más y aprendíamos del otro.

No importaba cuántos años hubieran pasado, mi amor solo crecía por el.

–No quiero ver a tu madre– Dije con un quejido mientras nos vestiamos

–Tienes que hacerlo, serás el primero que regañara– Jean estaba tratando de acomodar su cabello, pero era imposible

–Si tenemos una niña, odiara tener tu cabello– Dije riendo al verlo

–Yo solo quiero que tenga tus pecas– Dejo de pelear con su cabello y se acercó a mi– Quiero que sea tan hermoso como tú, que esté bien... Solo eso...

Sus manos me envolvieron, y apoyo el rostro en mi pecho, suspirando solo pude acariciar su cabello mientras pasaban los minutos, y cuando por fin estuvo listo, me soltó con una sonrisa y sin decir nada más, salimos de nuestra habitación.

Cómo era de esperar, su madre se enojo con nosotros pero el único que recibió sus regaños fue Jean, su madre no podía enojarse conmigo, ya que conocía como era su hijo. Tuve que intervenir para que dejara de golpear su cabeza, y le prometí que haríamos una boda más grande.

Le dejé el camino libre para que hiciera lo que quisiera, y Jean y yo solo tendríamos que estar ahí para casarnos de nuevo. Eso la hizo feliz y después de alguna lágrimas nos felicito, y nos deseo lo mejor a ambos. Aunque eso no era necesario, estábamos seguros de nuestro amor.

~

Los meses pasaron rápido, Jean comenzó a trabajar de inmediato mientras yo me la pasaba en casa mientras seguía buscando trabajo, uno que me permitiera hacerlo desde casa. Ambos estábamos ocupados, pero la vida era tranquila.

Unos meses después por fin nos casamos como su madre había querido, aunque en realidad estábamos por cumplir nuestro primer aniversario.

En esta ocasión llegó mucha más familia de Jean que amigos nuestros, conocí a muchos que los que solo había escuchado y como sabía que pasaría, empecé a sentirme abrumado por la situación, y deseando irme de inmediato.

–Le diré a mi madre que nos iremos– Dijo Jean preocupado por mi, pero lo detuve

–Estoy bien, solo dame unos minutos– Pedí sonriendo– Ya casi termina la fiesta, no te preocupes cariño

–¿Estás seguro?, No quiero que te enfermes...

–Estoy seguro, ven acá– Deje un beso en sus labios y después de calmarme un poco, suspiré– Regresemos

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