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Sostuve mi pene con una mano, empezando a acariciar la base con movimientos suaves.

Recordaba como lo hacía cuando era joven, hacía mucho tiempo que no me masturbaba, no era necesario cuando Jean podía complacerme en todo momento. O en todo caso, el lo hacía  por mi.

Pase la lengua sobre mis labios, sintiéndolos resecos por alguna razón. Seguí acariciándome, ahora llegando hasta la punta, acaricie alrededor de ella, sintiendo el fluido transparente salir. Abrí los ojos y mire mi mano, haciendo movimientos un poco más fuertes, apretando la punta y dejando caer la cabeza hacia atrás. Gemi en voz baja, mientras Jean se quedaba en silencio.

No quería mirarlo.

Me sentía avergonzado y al mismo tiempo, me gustaba que me mirara. Que me deseara como lo estaba haciendo, soltando pequeños gruñidos y acariciando mis muslos suavemente.

–Más rápido cariño– Pidió después de un rato– Tocate más abajo

Lo mire parpadeando, jadeando y lleno de sudor. Levanté las rodillas, para que pudiera ver claramente lo que iba a hacer. Lleve mi mano detrás de mi, empezando a presionar contra mi agujero, cerré los ojos de nuevo, metiendo dos dedos y buscando presionar contra mi próstata.

Pasaron varios minutos mientras yo jadeaba, quejándome. No lograba dar con el punto que quería, aunque mi pene temblaba, no era suficiente para mí. Necesitaba más

–Cariño– Me llamo Jean, levantando su cuerpo de la cama, para quedar frente a mí– Lo estás haciendo mal

Susurro cerca de mi oído, mientras agarraba mi muñeca. Sus dedos entraron también, guiando a los míos dentro de mi cuerpo.

–Tienes que presionar justo... Aquí– Dijo presionando con fuerza, de inmediato sentí el placer recorrerme, haciéndome gritar con fuerza– Así es, justo aquí

–Jean...– Llame su nombre, tratando de pedirle que se detuviera pero las palabras no salieron

Sentía mi entrada demasiado abierta, con la presión de 4 dedos juntos, estimulando dentro de mi. Jean empezó a lamer mi cuello, dejando pequeñas mordidas alrededor, bajando un poco más hasta mis pezones. Ahí empezó a jugar con ellos, mordiendo y chupando, haciéndolos endurecer.

Volví a soltar jadeos, gemidos demasiado fuertes, hasta que me vine, temblando sobre Jean. Saco nuestros dedos, y después su pene se presionó para entrar con fuerza, alargando mi orgasmo y haciéndome llorar. Me aferre a sus hombros, mientras me sacudía sobre el, dejando que golpeara tan profundo como quería, quedándome completamente quieto, muerto de placer.

Después de muchas embestidas más, Jean por fin se corrió, dejando salir todo dentro de mi cuerpo. Me estremecí al sentir su esencia caliente, dejando salir un sonido húmedo cuando retiro su miembro.

Tome su rostro entre mis manos, llenando su rostro de besos, lamiendo sus labios con suavidad.

–Es hora de dormir– Dijo respondiendo a mis besos– Vamos cariño, harás que me ponga duro de nuevo

–Mirame– Pedí ignorando lo que decía, soltando por fin lo que tanto había pensado– ¿Qué recuerdas de esa noche?

Mordí mis labios con nerviosismo al hacer la pregunta, su rostro de inmediato cambio a uno lleno de pesar y tristeza. Se sentía avergonzado, y sabía que no quería hablar de eso.

–No aquí Marco, no en nuestra cama– Dijo bajando la mirada, apoyando su rostro en mi pecho– Es repugnante

–Quiero que me digas– Volví a pedir, acariciando su cabello– Por favor

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