8

340 38 37
                                    

Cuando llegamos a la casa, lo primero que hice fue llevar a la niña al baño. No sabía lo que debía hacer, o si era correcto, pero la ayude a bañarse tratando de no tocarla y la envolví en una toalla. En todo el camino, no había dicho ni una sola palabra.

Al llevarla a nuestra habitación, busque algo de ropa que pudiera usar, aunque no servía de mucho la ropa de dos hombres. Saque un par de bóxer nuevos que tenía y una camisa para ponerle, haciendo algunos nudos a la ropa para que pudiera ponérsela.

Después me dedique a revisar los golpes y moretones, estos abarcaban parte de sus piernas y los brazos, donde la mujer la sujetaba y tiraba de ella. Sus piernas estaban llenas de raspones, seguramente de cuando tropezaba.

Puse un poco de crema sobre ellas, tratando de aliviar un poco el dolor.

–¿Tienes hambre?– Pregunté mirándola, ella asintió suavemente y de nuevo la cargue en mis brazos, para llevarla a la cocina.

Jean estaba ahí, sentado en el sillón y se puso de pie en cuanto me vio.

–Ella...

–Callate– Pedí antes de que volviera a decir que no era de ella, no eran las palabras que debía escuchar una pequeña

La senté en una silla que estaba en la cocina, mientras sacaba algo que pudiera comer. No había mucho, no tenía planeado preparar algo así que solo pude preparar algunos emparedados para que comiera con un vaso de leche. Ella seguían sin hablar, pero era claro que moría de hambre por como masticaba.

Busque un cepillo y comenzé a peinarla, su cabello era un desastre. No pude evitar pensar en todo lo que había pasado con una madre como ella, y sentí mi pecho doler.

–Marco... Te estoy diciendo la verdad– Dijo Jean en voz baja

–No quiero hablar de eso

–¡Marco!

–¡Basta!– Pedí golpeando la mesa, la niña tembló un poco y me arrepentí enseguida– Lo siento, todo está bien

No volvimos a hablar hasta que la niña termino de comer y la lleve a la habitación. En pocos minutos se durmió, cansada de haber llorado tanto.

Baje las escaleras, mientras Jean hablaba por teléfono. Cuando colgó me miró, apretando el teléfono.

–Hice una cita, haremos una prueba de ADN más tarde– Dijo serio

–¿Y que vas a hacer si no es tu hija?– Pregunté del mismo modo– ¿Dejarla con esa mujer?, ¿Y si realmente es tuya?

–Ella está mintiendo Marco, por favor créeme, no dormí con ella, no pude haberlo hecho...

–Se parece a ti– Dije con una sonrisa llena de tristeza– Tiene tus ojos...

–Marco...

–Quiero el divorcio– Dije dejando escapar algunas lágrimas y limpiandolas con fuerza

–¿Qué...?– Me miro, perdiendo todo el color de su rostro– No es posible...

–Quiero irme

–No me hagas esto, por favor

–Estuviste con otra mujer, me engañaste

–Estaba borracho, no recuerdo lo que sucedió ese día. ¡Marco, tienes que creerme!– Sus manos se apretaron en mis brazos con fuerza, lastimandome– ¡No puedes dejarme!

–Sueltame Jean, ¡Ahora!– Pedí de la misma forma, alejándome de el– Te creo, se que no lo recuerdas... ¿Pero hay otras veces que hayas olvidado?, ¿Acaso tienes otros hijos?

Nuestro Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora