Capítulo 10

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Ese día apenas lo había visto. Bruno había vuelto a tener problemas con las cámaras del hotel y Lucas lo estaba ayudando. Al parecer, el desperfecto había sido importante y esta vez, nada tenía que ver con el clima. Quizás por eso, le estaba llevando tanto tiempo arreglarlo. Por lo que le había contado él mismo, en su trabajo, era requerido por su gran manejo de la tecnología muchas veces teniendo que, incluso, hackear importantes sistemas en el transcurso de una investigación.

No pudo evitar sentirse orgullosa al recordarlo. El hombre no solo era un excelente policía, sino que también tenía conocimientos médicos y habilidades informáticas. Sin duda, era alguien a quien querría tener a su lado en una emergencia. Sonrió a la vez que negó con la cabeza. No necesitaba de ninguna tragedia para desear tenerlo cerca. Ni siquiera sabía cómo había pasado, pero ya no se imaginaba su vida sin que él formase parte de ella.

Varias veces pensó en ir a la oficina donde sabía que estaría y cebarle mate mientras lo observaba trabajar, pero no deseaba distraerlo. Por lo que Agustín mencionó durante el almuerzo, alguien había atravesado la seguridad en las redes, y aunque no tenía idea de qué significaba eso, sabía que no se trataba de nada bueno. Por otro lado, su primo había optado por pedirle ayuda a Lucas en lugar de llamar a los técnicos de la empresa, por lo que, además, debía der algo urgente.

Como afuera estaba nublado y fresco, la playa no era una opción, por lo que optó por quedarse en su departamento hasta que se hiciese la hora de ir al restaurante. "Sí, claro", dijo para sí misma al reconocer que incluso si el sol hubiese rajado la tierra, no le habría importado. Desde que él estaba allí, ningún lugar le resultaba interesante sin su compañía. ¿Cómo permitió que eso pasara? Había jurado no volver a dejar entrar en su vida a ningún hombre y eso fue precisamente lo que hizo.

En un intento por encontrar su centro y dejar de sentir ese absurdo vacío que la invadió de repente, se sentó en la alfombra del living, dispuesta a practicar yoga. Con las piernas cruzadas, cada pie ubicado encima del muslo opuesto, cerró los ojos e inspiró profundo. Podía sentir el peso de esa tristeza que hacía bastante no experimentaba y pensó que un poco de meditación la ayudaría a serenarse.

Desde que tomó clases con Daniela —en la época en la que salía con un chico a quien le gustaba toda esa onda—, solía practicarla de vez en cuando. En especial, en los momentos en los que nada parecía animarla. No siempre funcionaba, pero, al menos, le permitía vaciar su mente de oscuros pensamientos que nada bueno aportaban si los dejaba correr libremente.

Se sorprendió al darse cuenta de que no lo había hecho ni una vez desde que Lucas llegó al hotel. Al parecer, su presencia la serenaba lo suficiente como para no sentir la necesidad de recurrir a esa práctica. Advirtió, de pronto, que lo extrañaba. No importaba que solo hubieran pasado unas horas sin verlo. Anhelaba el sonido de su voz, su hermosa sonrisa, su calor, su olor... Entonces, lo supo. Había vuelto a cometer el error de enamorarse de un hombre que no se quedaría con ella.

 Había vuelto a cometer el error de enamorarse de un hombre que no se quedaría con ella

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