Capítulo 15

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Su respuesta lo sorprendió tanto que no fue capaz de reaccionar durante unos segundos. Sin embargo, pronto se recuperó y se apresuró a ir tras ella. A pesar de que no hacía mucho que se conocían, habían compartido mucho en ese corto lapso de tiempo, por lo que sabía que algo la tenía angustiada. La tristeza y decepción que alcanzó a ver en sus ojos le estrujó las tripas impulsándolo a querer disparar contra quien fuese que las hubiese puesto allí. Lo extraño era que tenía la sensación de que, esta vez, él era el culpable.

—¡Lucila, esperá!

Pero ella ya había salido y en ese momento, se encontraba cruzando el puente que unía los dos edificios. Soltando una maldición por lo bajo, aceleró el paso.

—Lucila —la llamó de nuevo al alcanzarla.

Ella se detuvo, pero no se giró obligándolo a adelantarse unos pasos para pararse frente a ella. Frunció el ceño al notar que evitaba mirarlo. ¿Qué carajo? Sentía cómo empezaba a agotarse su paciencia. Estaba en verdad exhausto. Haber revisado esas grabaciones le había drenado toda su energía. Todas esas horas sin verla no habían hecho más que aumentar su necesidad de ella. Quería estrecharla entre sus brazos y asegurarse de que estuviese segura, a salvo.

—¿Qué sucede, bonita? —le preguntó con voz calma a la vez que le alzó el mentón con un dedo para que lo mirase.

—Nada, solo estoy cansada —replicó con seguridad, aunque la voz se le quebró un poco al final.

Por supuesto, no le creyó. Por alguna razón que aún desconocía, Lucila estaba poniendo distancia y eso no le gustaba en lo más mínimo.

—Siento no haber estado hoy —se disculpó de nuevo—. Yo... necesitaba resolver algo.

Ella dio un paso hacia atrás apartándose de su contacto.

—Resolver algo —repitió enfatizando la última palabra—. ¿Y de qué se trata ese algo si puedo preguntar?

No quería mentirle, pero tampoco ponerla en peligro. Si lo que había descubierto en las grabaciones de seguridad era lo que sospechaba, entonces mejor que no lo supiera. No solo se asustaría, sino que podría alertar sin querer al hombre cuando este volviese, junto con el intendente, al restaurante, y eso era algo que no podía permitir. No sabía cómo podría reaccionar el guardaespaldas si sospechaba que ella estaba al tanto de sus actividades ilícitas. Bueno, en realidad sí lo sabía y justamente por eso, necesitaba mantenerla al margen de todo.

—Luci...

—Dejá, es obvio que no querés contármelo —espetó al ver que no decía nada y rodeándolo, continuó caminando hacia su departamento.

—Es por tu seguridad —dijo alcanzándola de nuevo—. Por favor, te pido que confíes en mí.

Ella frunció el ceño.

—¿Como cuando confié en que no le contarías a mi primo lo que pasó la otra noche?

Mierda, eso le dolió. Sabía que había traicionado su confianza cuando puso en aviso a Bruno sobre el guardaespaldas. Sin embargo, lo había hecho para protegerla y debía asegurarse de que lo entendiera.

—Lo siento, tenía que hacerlo. Es por tu...

—Seguridad sí, ya me lo dijiste antes.

Sin esperar más respuesta, se apartó de él de nuevo y se marchó, pero esta vez Lucas no la siguió. Se obligó a dejarla ir, a pesar de que la sensación lo desgarraba por dentro. Podía notar que estaba molesta y él se sentía demasiado cansado para seguir discutiendo. En ese estado, nada bueno saldría y no quería empeorar las cosas por decir algo equivocado. Con ella no quería arruinarlo antes de que siquiera hubiesen comenzado.

Apuesta de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora