Capítulo 9

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La sala de cine no resultó ser tan pequeña como se había imaginado. Con capacidad para diez personas, las butacas se distribuían de a pares para brindar a los huéspedes que desearan disfrutar de una buena película un ambiente íntimo y acogedor. Al parecer, a los primos no les gustaba escatimar en gastos ya que tenía lo último en tecnología y eso le gustó.

Era plenamente consciente de la presencia de Lucila a su lado. Siempre que estaba con ella experimentaba una violenta corriente eléctrica que recorría su columna y hacía que toda su atención se enfocara en la chica. Y, al parecer, la sensación aumentaba cuando se encontraban solos. Podía sentirla en su piel, en cada fibra de su cuerpo, y sabía que una vez más iba a tener que poner a prueba su autocontrol y disciplina.

Lucila estaba teniendo problemas con los controles. Las veces que había estado allí antes no fue ella quien se ocupó de poner todo en marcha, por lo que no tenía la menor idea de cómo hacerlo. Lucas debió advertir lo que sucedía, ya que se acercó de inmediato a ayudarla. En pocos segundos, las luces disminuyeron y la pantalla se iluminó. Los paneles acústicos se encargarían de que el sonido no se extendiera por fuera de la habitación. Solo faltaba elegir la película que desearan ver y listo.

—¿Alguna preferencia? —preguntó él mientras examinaba el vasto menú de títulos disponibles.

—La que vos quieras estará bien para mí.

Al oírla, alzó sus ojos verdes para posarlos en los de ella.

—¿Puedo poner una de zombies entonces? —presionó con una sonrisa, la diversión tiñendo su voz. Ella arrugó la nariz en respuesta provocando que se carcajeara—. Mejor no. No quisiera que tuvieses pesadillas después y no poder estar ahí para consolarte.

Lucila tragó con dificultad ante la imagen que apareció de pronto en su mente. Ambos en la cama, desnudos y sudados, con las piernas enredadas y gimiendo de placer. Un delicioso hormigueo recorrió su zona más sensible ante el deseo que ese pensamiento despertó en ella y se apresuró a apartar la vista en un intento por no delatarse a sí misma. Algo similar le había sucedido más temprano cuando, de camino allí, apoyó una mano en su espalda. Su calor había traspasado la tela de la blusa aumentando aún más la necesidad de sentir sus caricias en todo su cuerpo.

Lucas advirtió el efecto que su comentario causó en ella. Sin duda, acababa de imaginarlos juntos, del mismo modo que él lo había hecho cuando las palabras salieron de su boca. No obstante, también podía ver lo mucho que se esforzaba por no demostrarlo y, peor aún, cómo, de inmediato, volvía a alzar una barrera entre ellos, alejándolo. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué peleaba contra lo que sentía? ¿Por qué no se rendía a lo que ambos sabían que sería absolutamente hermoso?

Estaba seguro de que había disfrutado en su anterior encuentro; se encargó de que así fuera. ¿Por qué entonces seguía resistiéndose? ¿Por qué lo rechazaba y alejaba? Era consciente de lo mucho que había sufrido en el pasado por el imbécil que estaba a su lado cuando la conoció. No solo no la había valorado, sino que la hizo sentir no deseada. Pero él era diferente. No había nada en ella que no le gustara. Desde su belleza y dulzura hasta su inteligencia y lealtad. Era la mujer más cálida y sensual que conoció alguna vez y sería un idiota si no fuese capaz de verlo.

Se tensó nada más pensar en que lo creyera capaz de algo así, en que considerara siquiera que él pudiese lastimarla o usarla de alguna manera, y no pudo evitar ponerse serio al instante. Era raro que su humor se viera afectado de ese modo, sin embargo, ya no podía seguir con el juego. Luego de la tarde que compartieron en la playa, de sentir la forma en la que se deshacía bajo su tacto mientras le aplicaba el protector solar con sus manos, que actuara como si no pasara nada entre ellos le molestó.

Apuesta de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora