Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.
22.- La nube
Juleka estaba flotando en una nube. Mientras componía la canción se había preparado para el fracaso más estrepitoso, también para el rechazo e, incluso, para una amistad rota. Pero nada de eso había ocurrido.
Congelada en el escenario, conteniendo el temblor de sus rodillas, y sin atreverse ni a abrir los ojos porque tenía la sensación de que el mundo iba a derrumbarse frente a ella esperó, sin saber muy bien a qué, hasta que la voz de Rose llegó a sus oídos.
La letra de su canción era extraña, no hablaba de unicornios, ni de gatos, ni tampoco de colores vivos y alegres. La letra hablaba de ella. La voz de Rose había temblado cantándole a ella. Creía que nunca había sido tan feliz, tal vez lo más cerca que había estado fue cuando Rose le dijo, por primera vez, que era su mejor amiga del mundo.
El primer beso fue torpe e impreciso, dominado por la timidez y el nerviosismo. En el segundo se atrevió a enredar los dedos entre los mechones rubios y sedosos de Rose. Y a partir de ahí todo había vuelto a fluir con naturalidad, las palabras, los besos, las risas incluso las caricias furtivas y curiosas.
Fue un gran sábado, el mejor de todos los que recordaba.
Y, aunque no estaba dispuesta a bajarse de aquella nube de color rosa, había algo que le daba miedo: el lunes. ¿Cómo iban a actuar de cara a los demás? ¿Cómo iba a saludarla al llegar a clase? Eran cosas que le preocupaban, no las habían hablado y sabía que se preocupaba demasiado, que llegado el momento sabría que hacer; sin embargo, la mantuvieron en vela toda la noche.
Llegó al instituto nerviosa, aferrándose a su mochila como si fuera un salvavidas y subió las escaleras a paso lento. Se preparó para las inevitables miradas curiosas que llenaban la clase cuando alguien faltaba por estar enfermo y cruzó el umbral. Rose estaba en su sitio la saludó con energía robándole una sonrisa.
Alix y Mylène la observaron subir con paso inseguro, se detuvo junto a ellas, les debía una disculpa.
—Siento haberos gritado.
—Sí, bueno, ya nos hemos olvidado de eso —declaró Alix—. Pero no voy a seguir cambiándote el sitio, tengo que cuidar de este desastre de amiga.
Mylène soltó una risita, igual que Rose siempre estaba de buen humor; Juleka se preguntaba cómo demonios lo hacían.
—No hace falta, gracias.
Juleka acabó de subir y se dejó caer en su silla nerviosa. Los dedos de Rose rozaron los suyos con naturalidad sin que nadie les prestase la más mínima atención.
—Estaba tan nerviosa que no he podido dormir en toda la noche —susurró Rose dejando escapar una risita—. ¡Tenía tantas ganas de verte!
—Nos vimos ayer.
Rose, que la conocía bien, leyó lo que no había dicho y su intento de aparentar que estaba tranquila.
—Ojalá pudiera darte un beso ahora mismo —susurró en su oído—, porque me muero de ganas de hacerlo.
—Pero estamos en clase —contestó con suavidad. Odiaba estar en clase y no poder complacer ese capricho de Rose—. Yo también quiero.
—¿Crees que lo notarán si nos escapamos?
Juleka contuvo las ganas de decirle que se escapasen, acabarían teniendo problemas si lo hacían, pero ganas no le faltaban. Por suerte para ella entró la señorita Bustier y con ella el plan de huida se evaporó.
Con la concentración en baja forma atendieron en clase y aguantaron sin ni rozarse un dedo hasta el descanso. Rose la agarró con fuerza de la mano y tiró de ella obligándola a levantarse y seguirla, tiró también de Marinette, que justo se estaba levantando de la silla, haciendo que se tambalease y las siguiera nerviosa.
Marinette que empezaba a verse encerrada en un baño otra vez respiró aliviada cuando se detuvieron debajo de las escaleras de metal.
—Siento mucho lo de estos días —musitó Rose con las mejillas levemente teñidas de rojo.
—No pasa nada.
—También quería darte las gracias —continuó enredando los dedos con los de Juleka—. Si no fuera por ti seguiríamos sin entendernos.
Marinette se encogió de hombros con una sonrisa en los labios.
—No he hecho nada, sólo escucharos y ya está.
—Me has estado aguantando —intervino Juleka—. Te compadezco.
Rose y Juleka, en sincronía, la envolvieron en un abrazo afectuoso. Marinette rió. Esperaba que, en adelante, todo fuese más sencillo para ambas, que el mundo las dejase en paz y pudieran quererse sin reservas.
—¿Qué te parece si te ayudamos ahora a ti con Luka?
—No hace falta —le contestó a Rose nerviosa—. Luka y yo estamos bien.
—No sois oficiales todavía —se quejó la cantante—. Y hacéis muy buena pareja, hacéis música.
—De verdad que no hace falta, estamos bien —declaró, no sabía qué quería decir con eso de que hacían música porque ella la única música que había hecho en su vida era tararear y desafinar con la flauta dulce—. Aunque, si queréis ayudarme, un poco de ayuda para no atascarme en Adrien me vendría bien.
—¡Cuenta con nosotras!
Juleka tiró de Rose para que dejase tranquila a Marinette, la hizo girar sobre sí misma como una bailarina y le robó un beso corto, pero no tímido. No sabía si alguien las había visto, pero tampoco le importaba demasiado, no creía que Chloé se metiera con ellas, no lo había hecho con Marc y Nath, no tendría motivo para hacerlo con ellas.
—Dame un minuto.
Juleka siguió a Marinette, alcanzándola antes de que llegase junto a Alya y Nino. Carraspeó ganando su atención.
—Marinette, tengo que decirte una cosa.
Ella asintió con sencillez y una sonrisa cálida en los labios.
—Luka te quiere.
—Lo sé.
—Te quiere muchísimo —continuó aferrando su muñeca—, por favor, no le hagas daño a mi hermano.
—No quiero hacérselo, créeme.
—Si no puedes quererle díselo, lo entenderá.
—Juleka, le quiero. Aún estoy confusa —musitó tomando sus manos con fuerza—, pero sé que le quiero. Si saldrá o no bien, eso no puedo saberlo. Pero te juro que no quiero hacerle daño.
—Gracias.
Continuará
Notas de la autora:
¡Hola! Superada la fase de cómo declararse, llega el momento de aprender a relacionarse en público.
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Nosotras
FanfictionJuleka tiene miedo de los sentimientos que crecen en su interior. Miedo a lo que implican. Miedo al rechazo. Miedo a que, Rose, al descubrirlo le dé la espalda. Un miedo que sabe que es en parte absurdo, pero del que no puede deshacerse. ¿Cómo puede...