26.- De besos robados

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

26.- De besos robados

Rose seguía batallando contra aquella sensación extraña que hacía que le costase adaptarse a su nueva relación con Juleka. No, no era miedo a lo que dijeran, eso era algo que sabía seguro, tal vez era lo único de lo que estaba realmente segura. Era raro, era incómodo, la desesperaba.

Rose siempre había sido la segura, nunca se había dejado pisar por nadie y sacaba todo su carácter cada vez que alguien trataba de herir a cualquiera que le importase, especialmente a Juleka. Rose siempre había sido toda seguridad, también algo despistada, pero ahora...

No sabía qué demonios le pasaba y eso la llevaba a dudar más. De alguna manera sentía que, aquellos días, se estaba dejando arrastrar por la corriente como una pequeña hoja que ha caído al caudal del Sena. Incapaz de tomar realmente la iniciativa, por más que quisiera besar a Juleka, lo único que le salía de manera natural era enredar los dedos con los de ella o abrazarla con fuerza y entonces, de nuevo, la inseguridad la golpeaba con fuerza dejándola fuera de juego.

Juleka iba a acabar cansándose de ella o creyendo que no la quería de verdad, que se había dejado llevar por un arrebato o que estaba confundida cuando le declaró su amor con una canción. Y entonces, de manera irremediable, la perdería. Porque Juleka no querría estar con alguien así, ni Juleka ni nadie.

Suspiró agobiada sentada en los escalones de piedra de Trocadero. Juleka llegaba tarde y eso hacía que le diese aún más vueltas a todo aquello. También hacía que pensara en la única mentira que le dicho en la vida, no había sido con mala intención, si no por vergüenza.

Ocurrió en un tiempo en el que dudaba de sus sentimientos, cuando no estaba segura de lo que sentía por la que era su mejor amiga, cuando sentía que estaba confusa y que no podía ser. La akumatización de la señorita Bustier había ido convirtiendo a todo el mundo en zombis que besaban a quien tuvieran cerca para transformarlos en un miembro más de su ejército. Había estado huyendo con la ayuda de Ladybug y Chat Noir, pero al final, por salvar a Chloé alguien la había rozado con los labios. No se había dado cuenta, por la adrenalina, por los nervios, porque creía que nada podría pasarle. Se subió al autobús algo mareada, acomodándose junto a Juleka que la miraba preocupada. Se quedó prendada mirando sus labios pintados de aquel pálido tono violeta pensando en cuánto deseaba besarlos hasta que lo hizo. Juleka se los tapó mirándola sorprendida y con ello se rompió el último lazo que la mantenía unida a la realidad.

Con todo en su lugar de nuevo Juleka le preguntó por lo ocurrido y ella fingió que no recordaba nada. Aunque lo recordaba en detalle, el tacto de sus labios, el calor de sus mejillas, la calidez de su brazo rodeando sus hombros. La quería, se había dado cuenta gracias a un akuma.

Le había robado un beso siendo amigas, pero ahora, siendo pareja, era incapaz ni de pensarlo sin quedarse paralizada.

—Lo siento, llego muy tarde.

Rose se giró para mirarla y regalarle una sonrisa nerviosa.

—No te lo vas a creer, pero me he quedado encerrada en el supermercado.

—¿Encerrada?

Juleka asintió sentándose a su lado, dejando la bolsa de plástico que llevaba pegada a la pared para que no entorpeciera el paso de la gente. Se inclinó y besó sus labios con suavidad, sin exigencias ni presión.

—Se ha estropeado la puerta automática cuando iba a salir —musitó relajada—. Iba a mandarte un mensaje, pero mi móvil está muerto. Mi mala suerte de siempre.

—Pero ahora estás aquí y eso es lo que importa.

—Rose, ¿estás bien?

Aquella pregunta se había convertido en una constante en sus días desde que habían empezado a salir juntas. Rose la odiaba porque la hacía sentir vulnerable y expuesta.

—Sí, estoy bien —repitió la misma respuesta de siempre como si fuera un mantra—. No tienes que preguntármelo siempre.

—Es que... —Juleka miró a un lado con la inseguridad colándose por las rendijas de su coraza—. Si te arrepientes es mejor que me lo digas ahora. No pasa nada, no voy a enfadarme contigo.

—¿Por qué me estás diciendo eso?

—Porque cada vez que estamos solas pareces tan incómoda y perdida. —La respuesta de Juleka fue tan sincera como demoledora. Rose deseaba que no se hubiera dado cuenta, pero lo había hecho y le dolía que lo hubiera hecho—. No quiero que te sientas así. No pasa nada, podemos seguir siendo amigas y todo irá bien.

—No quiero eso. Quiero estar contigo.

Rose frunció el ceño, después de todo ¿cómo podía pensar que no quería estar con ella? Se quedó fija mirando sus labios, el pintalabios violeta pálido. Como el día en que se convirtió en una zombi en busca de besos, le parecieron cálidos y apetecibles, unos labios que deseaba besar más cualquier otra cosa en el mundo.

Se movió despacio buscando el suave y cálido contacto, iniciándolo ella por primera vez. Sin presión sólo el roce inocente y pausado que le salió de manera natural. Sin a penas separarse de ella soltó una suave risita.

—¿De qué te estás riendo?

Rose le robó algunos besos más y hundió la cara en su hombro.

—Es que me he dado cuenta de una cosa.

—¿De qué? —preguntó con un punto de miedo en la voz.

Como había dicho la propia Juleka no había prisa, no tenía que pasar nada que ninguna de las dos quisiera, sin embargo, Rose se había estado empujando a sí misma con la sensación de que no hacía lo suficiente, que no le demostraba lo suficiente cuánto la quería y que no era sólo la amiga de siempre. Que si no hacía algo grande e impactante Juleka pensaría que no la quería de verdad.

Juleka había demostrado ser mucho más madura que ella en ese sentido, aceptando que forzar el ritmo les haría daño a ambas. Por eso Juleka no estaba asustada todo el rato, por eso ella estaba tan insegura.

—De que tengo mucha suerte de que me quieras.

—¿Qué?

—Que quiero más besitos.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Una de esas cosas que parece que haya que recordar de vez en cuando, cada quien tiene su ritmo, no hay que forzar nada, todo llega en su momento, hay que hacer las cosas cuando te sientes a punto para hacerlo, forzarte sólo hace que te atasques.

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