11. Te Odio, María José

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Poché.


Los cementerios siempre fueron la clase de lugares que no sabía cómo tomar. Solo cuerpos y cuerpos entrando en descomposición, las almas habían partido hace tiempo, al cielo o quizás al infierno, pero nada había aquí. Aún así me llamaban la atención, despertaban mi interés.

Caminé a través del pasto, las lápidas en el suelo me hacían sentir extraña, como si tuvieran algún tipo de magia. Me detuve frente a una en especial, leí el nombre del desconocido y contemplé su fecha de fallecimiento. Tuve un pequeño momento de alivio al saber que su alma había ido al cielo, no quise ver las demás, no tenía intención de llevarme una decepción. No me alegraba saber cuando un alma estaba siendo torturada y no tentaría a la suerte.

Estaba de pie observando la misma lápida cuando algo me molestó, una reacción natural de mi cuerpo hacia lo que se encontraba a metros de mí pero que no veía. Puse los ojos en blanco a la vez que me daba vuelta hacia ella, sabiendo por sentado de quién se trataba. Daniela esbozó una sonrisa y sacudió una mano en el aire, una especie de saludo exagerado.

-No vayas a morir por la emoción de verme, María José.

-Porque siempre es grato ver a un demonio como tú. -ironicé. -¿Por qué encontrarnos en este lugar?

-Primero porque está cerca de donde tengo planeado ir hoy y segundo porque los cementerios son muy revitalizantes. -no sabía si hablaba en serio o bromeaba.

-Ajá, como tú digas.

Agradecí que mientras caminabamos fuera del cementerio, bien alejadas la una de la otra, Daniela no mencionó nada sobre nuestro último encuentro. Mejor dicho lo que yo había hecho, como no me había controlado. Toda gratitud se esfumó cuando me explicó lo que tenía en mente.

-Hoy no habrá ninguna víctima.

-¿Qué estás diciendo? -se dió la vuelta hacia mí, con fingida disculpa y una mueca superficial que contenía una sonrisa quedó dibujada en sus labios.

-Iremos a ver en qué anda tu querida hermana.

-No te atrevas a acercarte a ella, Daniela.

-No te pongas tan a la defensiva, no vamos a, como se dice, interactuar con ella. Solo, será un rato para ver lo que hace con su mortal vida, como la desperdicia mientras tú haces tratos con un demonio para salvarla. No nos verá, ni escuchará. Deberías darme las gracias por no tener que presenciar un asesinato esta noche, al contrario puedes echarle un vistazo a tu hermanita y luego te irás.

-Estoy segura de que tramas algo.

-Ah... María José, no puedes vivir desconfiando de mí. ¿Te he mentido alguna vez? -levantó las cejas inquisitiva y mantuve la boca cerrada.

-Es complicado creer que no tienes deseos de causar desastres, peor aún dejar ir la oportunidad de hacerme pasar un mal rato.

-No todo en mi vida es sufrimiento y pena, ángel, a veces quiero hacer otras cosas... Explorar nuevos rumbos. Soy una persona muy soñadora.

-En el infierno los demonios no sueñan. -al decir aquello se me quedó contemplando de manera extraña, incluso como si la hubiera sorprendido, sonrió por lo bajo y asintió antes de darse la vuelta para seguir caminando.

¿Qué había sido eso ahora? No lo sabía. Pero no quise ponerme a deducir el comportamiento de un demonio como ella. Su voz sonó fuerte en la calle vacía.

-Nuestro trato es simple, Garzón. Pero eso no significa que debamos cumplirlo al pie de la letra... Ni siquiera lo estamos rompiendo. Solo no me siento de humor para estar quitando almas.

ᴘʀᴏʜɪʙɪᴅᴏ ᴛᴏᴄᴀʀᴛᴇ [ᴄᴀᴄʜᴇ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora