21. Lucifer

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Calle.

-Acepto-dije frente a la Orden, alto y claro.

Estaban todos los reyes de la Orden de los Dominios sentados en una mesa redonda de piedra con incrustaciones de diamantes muy brillantes. Ésta también tenía dibujos de animales y bestias en cada sitio que ocupaban.

Eran ocho en total. Seis reyes y dos reinas. Varios de rostros gélidos e imperturbables, otros observaban aburridos y algunos, como Paymon, me sonreían con ojos centelleantes. Todos vestían túnicas gruesas y doradas, las de las reinas eran un tono más azulado pero tenían por igual el mismo resplandor demoníaco. Por primera vez en el infierno me sentí abrumada por todo ese poder.

Había solicitado una reunión con la Orden y decidido y aceptar lo que ofrecían, lo que mi amo había pedido. Si bien ya no contaba con más tiempo, dos días antes cuando regresé del mundo mortal, lo primero que quise fue olvidar lo sucedido. Me había sentido enferma conmigo misma. Había estado haciendo mi trabajo, poseyendo el alma de aquel mundano, cuando solo bastó mirar al endemoniado ángel para desestabilizarme.

Más tarde en el infierno había querido destruirlo todo. Acabar el trato, olvidarme de ella y solo pensar en mis responsabilidades. Pero si de algo estaba orgullosa era de mi honor. Jamás rompía una promesa y no lo haría ahora por una simple estupidez.

Lo que causaban esos encuentros con María José era algo que todavía desconocía. Como si una red pesada y poderosa se metiera en los recovecos de mi mente no podía pensar con claridad cerca de ella. No podía hacer mi trabajo bien y no sabía cómo actuar.

Eso llevó a que buscara algo que me diera las fuerzas necesarias para enfrentarme al ángel. Podía destruirla en mi estado actual, por supuesto, pero siendo una reina sería como pestañear. Con solo cerrar el puño ella estaría muerta, yo lo sabía. Era lo que ansiaba tan pronto acabara el maldito trato.

Así que aquí estaba. Frente a todos ellos mi poder era insignificante. Casi nulo. Pero pensar en eso provocó que mi sangre hirviera de emoción. La impaciencia se acrecentaba con cada segundo en el que ellos intercambiaban miradas y palabras silenciosas.

Finalmente Paymon se aclaró la garganta y apoyó las manos en la mesa, justo sobre la figura de su animal.

-Esperabamos que dijeras eso -dijo ladeando la cabeza -. El amo también, claro, por eso tienes una reunión programada para esta noche con él. Es el único que puede nombrarte oficialmente y entregarte tus poderes.

-Veré al amo... ¿Hoy? -no pude impedir el vacilar de mi voz pero Paymon sonrió. Jamás había visto al señor del infierno, era un honor del más alto.

-No tienes de qué preocuparte, Daniela, él es el que más pacientemente ha esperado y ansía verte lo más pronto. ¿Hay algún problema?

Todas las cabezas se giraron hacia mí y yo me erguí todavía más.

-Claro que no, señor.

-Estupendo. Zefos te espera afuera, él te acompañará a tu habitación y te prepará para más tarde.

Hice una ligera reverencia antes de que abrieran las puertas y me retiré. Un demonio de ojos amarillos y piel oscura me pidió que lo siguiera. Sentía que todo estaba siendo demasiado acertado, nada de errores ni complicaciones, como si hubieran sabido a lo qué venía. Al menos también tenían el plan b. Había visto a los guardias armados hasta los dientes en los lugares más oscuros, allí en las sombras aguardando para matarme si lo que les daba era una negativa.

La habitación estaba bañada en oro por donde la mirase. Desde las sillas y el escritorio vacío, hasta las ventanas y los barrotes de la cama. No era mi deseo vivir en un sitio así, por suerte sabía que tenía la posibilidad de elegir donde quedarme, pero las riquezas no eran lo mío.

ᴘʀᴏʜɪʙɪᴅᴏ ᴛᴏᴄᴀʀᴛᴇ [ᴄᴀᴄʜᴇ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora