45. Final

2.2K 99 44
                                    

Oh, how unfair it's our love.

¿Hay tristeza en los ángeles? ¿Abunda en ellos la posibilidad de sentimientos mundanos ocultos? No en general, habría contestado María José meses atrás, mientras entrenaba ángeles guardianes con la ferviente esperanza de que cada demonio en el Averno desapareciera algún día de la faz de la tierra.

No existían en María José deseos tales de mortales, o como ella les llamaba, pérdidas de tiempo. Era un ángel con una tarea importante y durante los cuatro siglos allá arriba había jurado cada día que sería justo como le habían encomendado. Que cada momento lo viviría agradeciendo a Dios por la divina oportunidad de su existencia angelical, de la revelación de todo un universo glorioso y sobretodo por ponerla en el lugar correcto.

Mientras, en el camino bordeado donde se unen todos los ríos del submundo se había detenido Daniela cuatro siglos atrás después de convertirse en demonio. El terror debería haberla ahogado, los gritos desesperados y los llantos de agonía le tendrían que haber quebrado el corazón. Incluso el terrible olor debió intoxicar su interior hasta quemar cada órgano y hueso de su ser.

Pero Daniela seguía de pie contemplando el abismo. No pensaba, ni sentía, ni le molestaba nada. Los sonidos del Averno le generaban un cosquilleo agradable en el pecho, uno que sería en varios años plena euforia. Pero ella seguía sin estar del todo consciente de la realidad que se cernía a su alrededor. Nadie le había hablado o dicho nada en el tiempo en que por arte de magia se había hecho corpórea. En su cabeza un recuerdo vago de Poché jugaba en los rincones más oscuros y desolados.

¿Pero quién era? Daniela no estaba segura sobre su procedencia, su familia, o lo que había estado haciendo hace veinte minutos. Se encontraba muy inquieta de mente y sin embargo se repetía el sonido de una vez inconfundible y familiar decirle que todo estaría bien.

A Daniela la guiaron al resto de su transformación demoníaca dos espíritus.

Sin rostros, con una piel como ceniza, solo poseían unas garras largas donde irían manos. Piernas no tenían así que flotaban al andar, causando lo tétrico de aquellas dos formas aún más temible. Pero ella no les tenía miedo.

Ellos no la habían tocado, pero Daniela se sintió obligada a seguirlos cuando se acercaron de modo extraño y después voltearon por donde habían llegado. No emitían sonidos, ni siquiera tenían boca. Dos manchas donde irían los ojos seguramente hacían de visión, pero la reciente convertida en demonio no percibía esos detalles con claridad. Sencillamente porque no les estaba haciendo el caso que la situación ameritaba.

Daniela seguía a las sombras grises frente a ella pero su mirada se desviaba al río repleto de almas en pena, demandando un poco de paz en su agonía, rogando por un segundo de tranquilidad. Daniela siguió sin comprender del todo lo que se presentaba a su alrededor. No le alcanzaba su mente mortal para visualizar las edificaciones demoníacas sobre ella. No las notaba aún.

Las torres llegaban hasta las densas nubes carmesí oscuras, con ventanas recubiertas por huesos así como muros cuyas figuras grabadas eran iguales a cuerpos humanos amontonados uno sobre el otro.

Daniela no tenía la habilidad para observar aún. Su mente era muy débil todavía, así que estaría encerrada un tiempo. El que fuera necesario para que el infierno la llenara lentamente, para que los lamentos fueran su propia tortura hasta el día en que los comenzara a disfrutar. Estaría en total soledad un largo tiempo, así se desprendería por su cuenta de todo lo terrenal que aún cargaba. Y entonces... comenzaría a aprender. Se uniría a más demonios, conocería las artes más oscuras y aprendería a desgarrar la mente humana hasta obtener cualquier alma.

ᴘʀᴏʜɪʙɪᴅᴏ ᴛᴏᴄᴀʀᴛᴇ [ᴄᴀᴄʜᴇ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora