16. Confianza

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Daniela tuvo que tomarme por el antebrazo. Pese a que la tela se interponía entre sus dedos y mi piel, todavía llegaba a sentir el ardor habitual que estar a centímetros de ella me causaba.

Sentía la oscuridad a mi alrededor, la oscuridad que ella causaba para movernos por las sombras, pero mantuve la calma. Sentí un suelo materializarse bajo mis pies y su mano soltarme. De a poco pude ver con claridad mi alrededor. Seguía siendo de noche por lo que quizás no habíamos ido muy lejos. Parecía ser el patio de alguna casa no muy vieja, moderna de hecho, un perro dormía a un costado de la cerca pero ni se había inmutado. Las ventanas de la casa detrás nuestro estaban abiertas y ninguna luz provenía del interior. No recordaba haber estado aquí antes pero algo me extrañaba. Apreté el mango de la daga de Daniela para asegurarme de que siguiera en mi poder.

-Veo que no recuerdas este sitio.

-¿Tiene algo de especial? -repliqué dudosa. Daniela estaba a unos metros, caminando de lado a lado como si esperase. - Aquí fue donde nos separaron.

-¿Qué? -sentí el vibrar de mis alas nerviosas queriendo salir pero no lo permití. -Eso no es posible, estábamos...

-Nos dijeron que era el limbo, sí. Pero con el tiempo aprendí muchas cosas sobre la vida y la muerte y no existe tal cosa como un intermedio antes del cielo o el infierno. Estuvo en nuestra imaginación todo el tiempo.

-¿Hablas en serio?

-No encuentro placer en mentir, María José. No sé cómo lo recordarás tú, pero en mi mente se trataba de columnas y oscuridad y, esa voz, claro. Luego llegaste tú y... Al rato te fuiste. Arriba. Pero estábamos aquí. Ellos hicieron algo con nuestras cabezas y... -se detuvo.
Sujeté la daga con más fuerza cuando se acercó, se arrodilló frente a mí y bajó la vista a la tierra. De sus manos salieron unas finas garras que se clavaron en el suelo, comenzó a mover los dedos de tal forma que formó un círculo y retiró la mano. -Pon tu mano ahí. No es un truco, de verdad.

Por mucho que quería alejarme de ella y olvidar esas tonterías, el círculo en la tierra de alguna manera me atraía. Daniela siguió con la rodilla pegada al piso cuando me puse a su altura y extendí la palma de mi mano en el círculo. La línea que lo formaba se iluminó con un tono azul claro y brillante.

Era como si me hubieran inyectado todo tipo de emociones. De la tierra provenía algo cálido, esperanzador y puro. Pero al mismo tiempo sensaciones completamente diferentes se filtraban y hacían cosquillas en mis dedos. Odio, dolor, perdida y destrucción. Sin saber por qué, no aparté la mano hasta pasados varios minutos, pero al instante la luz desapareció y con sorpresa ví que el círculo también se desvanecía.

-Eso...

-Es un recuerdo. Más o menos.

-¿Más o menos? - Daniela se irguió y se sacudió las manos con delicadeza.

-Todo en esta tierra deja huella. No importa si pasan diez o mil años, no interesa si se trata del más grande animal o la más pequeña oruga. Hace cuatrocientos años se crearon dos de los más poderosos seres del plano inmortal, tú y yo, justo aquí. Nos dieron nuestros poderes en este lugar y lo que sea que éramos en ese momento desapareció aquí. Por eso se siente tan... Extraño. Cuando tocaste ese círculo le diste vida a un recuerdo que esta tierra no olvida, más que un recuerdo es una sensación latente en las entrañas de este suelo.

-¿Cómo encontraste este lugar? -pregunté levantándome también yo. Daniela vaciló.

-Hace tiempo quise saber el lugar exacto donde había ocurrido y solo fue cuestión de tiempo encontrarlo.

-¿Y por qué me lo muestras a mí? No lo hubieras hecho nunca si no tramaras algo.

-María José, no todo en la vida es querer aniquilarte, ahora mismo estoy pausando mis actividades asesinas por un bien mayor.

ᴘʀᴏʜɪʙɪᴅᴏ ᴛᴏᴄᴀʀᴛᴇ [ᴄᴀᴄʜᴇ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora