38. Tambores De Guerra

1.1K 92 10
                                    

-¿Majo? ¿Estás aquí?

Mi corazón se aceleró de golpe, al oír la voz de Manuela a unos metros fuera de la habitación. Daniela volteó la cabeza hacia mí con tanta rapidez que creí escuchar su cuello crujir.

-No puede entrar aquí -murmuré poniéndome de pie. Daniela miró fijamente la puerta de la habitación, como viendo a través de ella. Al cabo de unos segundos regresó a mí.

-Tienes que salir.

-¿Ahora? ¡Mi sangre huele a demonio! Sara puede sentir uno a kilómetros, te podrá sentir a ti y yo... Oh, dios, ¿en qué estaba pensando? -la ojicafé solo puso los ojos en blanco, luego me tomó por los hombros.

-¿Puedes calmarte? Nadie sabrá que estoy aquí por unas veinte o treinta horas. Estoy utilizando gran parte de mi energía en ocultar mi olor -sus ojos y la voz tan suave eran una buena dosis de tranquilidad, podría haberme dejado llevar solo con la claridad de su mirada -Nadie se dará cuenta que hay sangre demoníaca en ti si te comportas.

-¿Comportarme?

-Ya sabes... Trata de controlar los arrebatos de rabia cuando veas a un ángel.

-¿¡Cómo que arrebatos!?

-¿Majo?

Manuela cada vez se escuchaba más cerca, no debía estar a menos de tres pasos. Daniela se inclinó un poco más, hasta que su voz fue solo un susurro apenas perceptible.

-Tienes mi sangre en tus venas. Mi sangre. No la de cualquier demonio. Eso significa que sentirás algunas características demoníacas con cierta intensidad de más. Puede que te enfades muy rápido o tu fuerza habitual esté por los cielos, valga la redundancia... Pero yo sé que puedes controlarlo.

-Dijiste que no sería gran cosa.

-Ve, has lo que tengas que hacer, y por lo que más quieras regresa pronto -me sentí extraña cuando tuve ganas de buscar sus labios. ¿Tendría Daniela ese tipo de deseos todo el tiempo? Algo me dijo que podía entender lo que pasaba por mi cabeza, pero agregó -Pero recuerda, por nada del mundo toques a uno de ellos. Vas a quemarlos y entonces sí estaremos en problemas.

-¿Qué... ?

Daniela no me dejó terminar y lo siguiente que supe fue que me estaba sacando de mi cuarto. Un segundo más tarde, cuando la puerta se cerró suavemente, Manuela apareció por una esquina.

-Ahí estás. ¿Dormías? -preguntó con el ceño fruncido.

-Algo así, quería... Despejar mi mente unos minutos. Con todo lo que está pasando necesito pensar.

Manuela asintió lentamente. No es que se mostrara particularmente suspicaz, pero sabía que era extraño que yo, de todos los ángeles, decidiera tomarme una siesta. Con guerra en el horizonte o no.

-Surgió una reunión de última hora. Dos serafines estarán en la sala del consejo en diez minutos. Venía a buscarte.

Cuando Manuela dio otro paso hacia mí, una sensación de desagrado me recorrió el cuerpo. Podía sentir su olor desde aquí y me repugnaba de tal manera que necesité buscar en la parte más profunda de mi ser al débil ángel para no lanzarme contra ella.

—¿Majo, te sientes bien?

-Estoy perfectamente - forcé una media sonrisa y me ajusté la espada que apenas recordaba llevar en el cinturón. Aunque había tocado apenas un instante la empuñadura, sentí el dolor abrasador como la peor de las torturas. Lo que tendría que experimentar Daniela sería un millón de veces peor

-¿Vamos?

No miré atrás mientras salíamos del apartamento y regresábamos a Hybrion. La ciudad seguia exactamente igual, brillaba de la misma manera y la luz me molestaba en la piel. No quemaba pero tampoco era agradable la calidez angelical. Con cada paso que daba a través del suelo adoquinado más ganas tenía de destrozar todo a mi alrededor.

ᴘʀᴏʜɪʙɪᴅᴏ ᴛᴏᴄᴀʀᴛᴇ [ᴄᴀᴄʜᴇ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora