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Hubo un tiempo en que el líder de Touman deseaba aniquilar al héroe llorón.

Parado en una línea difusa entre lo bueno y lo malo el amor que profesó algún día hacia Hanagaki comenzó a  escocer convirtiéndose en sufrimiento por el anhelo desmedido, ese sufrimiento se torno en rabia y posteriormente paso a ser resentimiento donde imágenes aleatorias aparecieron repetidamente en su cabeza donde el cuerpo del capitán de la primera división se retorcía hasta su inevitable muerte.

Ese susurro oscuro que se manifestaba desde su retorcido ser fue dominándolo poco a poco durante doce años de ataduras por parte de los antiguos miembros de Touman.  Apresado en oraciones suplicantes y persuasivas sobre sus decisiones impulsivas cuando de Takemichi se trataba finalmente explotó; llegó el día en que el impulso oscuro se desbordó y a partir de ahí la lucidez murió, sus acciones se maquinaron sin pensar, fueron efectuadas sin meditar, y cuando se dió cuenta no existía nadie a su alrededor.

Se quedó solo y sin estorbos en el camino.

Al escuchar la voz de Takemichi a través  del celular de su última víctima fue una sorpresa. Un sentimiento de nostalgia le atravesó el pecho al apreciar su descontrolada respiración en el auricular. Los sollozos que apenas y fueron opacados por las manos del menor lo transportaron a doce años atrás donde el llanto de Takemichi era la sonata de todos los días. Su voz quebrada llena de dolor, el brillar del rocío en su piel, su determinación emanando en las perlas azules era todo lo bueno en el mundo de antaño.

Su plan original era encontrar a Takemichi, obligarlo a acabar con su vida o matarlo si no lo hacía, así lograría hacerlo sufrir hasta su último momento. Hanagaki tenía un corazón blando y la sola idea de matar a quien una vez fue su amigo lo carcomería en sus últimos minutos llorando en agonía por la cruel decisión que iba a imponerle. Iba a vengarse, iba a saciar ese dolor quejumbroso que arrastraba desde su partida con una buena revancha. Estaba entusiasmado por lo que venía.

Pero cuando vio a Takemichi en el funeral de Chifuyu todos sus planes quedaron en el olvido.

Solo pudo pronunciar su nombre en un suspiro sobrecargado de emociones mientras esos pozos azules estaban fijos en los suyos, intentó estirar la mano para alcanzar el mismo espejismo que se le venía presentando desde hace años pero corrió, huyó de él sin voltear a mirarlo de nuevo. Y como un hombre en medio del desierto, sediento y cansado, vio un oásis y corrió tras él. Le persiguió entre multitudes, chocando con personas, mirando a todos los lados para encontrarlo, importandole muy poco los reproches de las personas que golpeaba porque se interponían en su camino hasta que; cual arena entre los dedos, se esfumó con el viento como delirio en desierto traicionero.

Pero ahora lo tenía aquí. Al alcance de su mano. Las mismas manos manchadas de sangre de incontables personas que, sin reparo, acariciaban las mejillas del muchacho dormido aprovechando el momento en que esos ojos azules se mantenían cerrados y no lo miraban. Porque después de lo que había hecho se vió obligado a tomar distancia llegando a altas horas de la noche para no toparse con un despierto Takemichi. Sin embargo, sus dedos se enroscaron en los mechones oscuros acercándolos a su nariz dando profundas inhalaciones, impregnándose del aroma de Takemichi, suave y ligero, asegurándose de grabarlo en su memoria para no olvidarlo nunca.

Quería alejarlo por la imprudencia de besarlo y confesarse pero era el primero en venir corriendo hacia él.

El rostro indefenso de Takemichi era un sueño. Un sueño que temía se desvaneciera en un pestañeo. Estaba asustado del momento en que Takemichi intente huir de nuevo y vuelva a perderlo, pero aun así le comprendería ¿quién desearía estar a lado de un asesino? Mikey entiende, es comprensible, pero su lado ambicioso no le permitía dejarlo irse.

Un terrible futuro || Mikey x Takemichi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora