Capitulo 5

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A la mañana siguiente, cuando los fuertes rayos de sol azotaron la ventana, me desperté sintiendo que había tenido el sueño más bonito de todos. Me toqué los labios con los dedos. Había sido real, no un sueño.

—Te ves muy alegre esta mañana —había dicho el abuelo durante el desayuno—. ¿No te habrás enamorado de alguna chica allá en Doncaster?

Sentí mi estomago revolverse e hice todo lo posible por terminar cuanto antes mi tazón lleno de cereales sin decir nada.

Aquel verano Zayn me dio dos besos más a escondidas. Uno mientras caminábamos por el sendero que había entre mi casa y la playa pequeña y otro durante el último día del verano, cuando todas las familias cenaban juntas al aire libre, escondidos tras los árboles.

El verano terminó y los meses pasaron.

Al año siguiente, cuando teníamos dieciséis, llegué a la isla más desesperado que nunca por verlo. Había descubierto que ninguna chica en Doncaster me hacía sentir lo que sentía cuando estaba con Zayn. No sabía que tan malo podía llegar a ser eso, pero de todas maneras me puse muy feliz al verlo.

Los primeros días fueron tranquilos y charlamos acerca de la escuela y otros temas aburridos. El quinto día de la primera semana, después de darme una ducha, estaba a punto de reunirme con los demás para una partida de tenis, pero mi madre me detuvo antes de que pudiera cruzar la puerta de la casa.

—Louis, hoy iremos a Edgartown a un recorrido turístico y volveremos mañana por la mañana. ¿Vas a ir con nosotros?

Solté un bufido. Edgartown era el pueblo más cercano a la isla. Quedaba aproximadamente a unos treinta minutos en lancha.

—¿Tengo opción? —pregunté.

—Tu abuelo quiere visitar los museos y cosas aburridas. Puedes quedarte aquí con tus amigos si quieres.

Abrí los ojos sorprendido.

—¡¿De verdad?!

Mi madre rodó los ojos, azules y fríos.

—Si, siempre y cuando no se metan en ningún lío...

Le di un rápido y fugaz beso en la mejilla antes de que terminara de hablar.

—¡Gracias, mamá! Nos vemos más tarde.

Y salí corriendo. Aquel día jugamos al tenis en el sol, bebimos gaseosas heladas y nos tumbamos en la arena y planeamos todo lo que íbamos a hacer aquella noche.

Cuando por fin mi madre, el abuelo y mis hermanas menores se marcharon, después de un largo discurso sobre no meternos en líos y portarnos bien como los jóvenes adultos que éramos, saltamos de alegría y reímos a carcajadas.

Miramos dos películas de comedia y una de acción, bebimos algunas cervezas y comimos casi todo lo que había en la casa, luego nos pusimos nuestros trajes de baño y decidimos meternos a la piscina. El agua estaba templada y relajante, y se veía de un intenso color azul gracias a las luces. Hablábamos sobre cosas sin sentido por estar un poco ebrios, pero descubrí que Zayn tenía mirada pensativa mientras movía distraídamente los pies en el agua.

—¿Qué tienes? —pregunté, arrojándole un poco de agua—. Bebe más cerveza.

Me acerqué para tenderle la botella que tenía en las manos y me quedé a su lado, vislumbrando desde el agua sus brazos, su torso desnudo, la línea de su mandíbula...

No habíamos vuelto a besarnos desde el año anterior.

—Estaba pensando... —dijo, después de darle un trago a la botella—. Me pregunto cómo podemos decir que nuestras familias son dueñas de esta isla. No desde el punto legal, sino real.

—Por favor, no empieces —se quejó Harry.

—Lo que quiero decir es... ¿Cómo podemos decir que la tierra le pertenece a alguien?

Liam se encogió de hombros.

—La gente compra y vende tierras todo el tiempo.

—¿No podemos hablar de algo más divertido? ¿De sexo o algo así? —inquirió Niall.

Zayn no le hizo caso.

—Quizá la tierra no debería pertenecer a nadie. O quizá debería haber límites sobre lo que la gente pueda poseer.

Aquello era algo que me agradaba de Zayn. Incluso desde niños, siempre planteaba cosas que a los demás ni siquiera se nos cruzaba por la cabeza. Quería hacernos pensar... hasta cuando no nos apetecía.

—Lo que digo es que no todo el mundo tiene cosas privadas. Hay personas que no tienen trabajo. O que no tienen comida.

—Deja de hablar ya —bromeó Harry.

—Deja de hablar para siempre —añadió Niall.

—Cállate y bebe más cerveza —le dije.

Y Zayn se calló, pero una mueca ocupó su rostro. Se puso de pie tras unos segundos, dejó la botella en el suelo, y lo observé mientras se secaba las piernas con una toalla y se metía adentro. Salí del agua y lo seguí con los pies mojados. Lo seguí porque algo dentro de mi exigía, pedía y reclamaba estar cerca de él. Cuando crucé la puerta, lo vi de pie observando por una de las ventanas de la sala. Caminé despacio hacia donde estaba.

—Zayn.

Alzó los ojos para mirarme.

—Lo siento. Sé que soy un aguafiestas. Pienso mucho las cosas.

—A mi me gusta —dije, porque era cierto.

Zayn hacía cuestionármelo todo. Incluso las cosas más insignificantes, en las que nunca me habría detenido a pensar.

—Es que... —hizo una pausa—. El mundo está mal hecho. Nada más.

—Lo sé.

—Tal vez debería dejar de preocuparme tanto por todo.

Lo tomé de la mano. La mía aún estaba mojada, pero no me soltó.

—Te contaré un secreto —susurré.

Sus ojos miel se iluminaron tenuemente.

—¿Cuál?

—Te quiero.

Sonrió. Radiante. Tímido. Me cogió con más fuerza de las manos. Alargó el brazo y me acarició la mejilla.

—También te quiero, Louis. En serio.

Entonces me incliné y rocé mis labios con los suyos, como lo había hecho él el verano pasado. Su boca acarició la mía, me recorrió el cuello con la mano y la deslizó por la clavícula. Era como si jamás nos hubiéramos separado.

La débil luz que entraba por la ventana nos iluminaba. Nuestro beso fue eléctrico y suave.

Tentativo y seguro.

Terrorífico e impecable.

Teníamos calor y temblábamos.

Éramos jóvenes y estábamos vivos.

Yo pensaba: Es cierto, nos queremos.

Nos queremos.

Pretty boy - Zouis MaliksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora