Capítulo 2 - Descubriendo secretos

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Capítulo 2 — Descubriendo secretos

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Draco caminaba por el ministerio de magia pensando en lo molesto que era el tener que regresar a ese lugar. Odiaba recordar el tiempo en que lo habían mantenido preso hasta que su juicio llegara; había tenido mucho miedo de que decidieran hacerlo pasar el resto de su vida en Azkaban. Y él sabía que no sería mucho porque, con lo débil y mimado que era, no aguantaría ni una semana.

Suspiró con pesar. La única razón por la que estaba allí era porque estaba a punto de adquirir un negocio y necesitaba que le firmaran unos papeles para poder finalizar con el proceso de compra. Con su portafolio sujeto fuertemente en su mano, subió al elevador en donde un hombre le lanzó una mirada suspicaz y le preguntó hacia dónde se dirigía. Draco le dijo su destino y el elevador comenzó a moverse.

Cuando Draco llegó a su piso, su cabello se había despeinado ligeramente, acomodó el mechón rebelde y se acercó hasta la mujer que se encontraba sentada tras un escritorio.

—Disculpe, estoy aquí para ver al señor Malcolm Burns —dijo con la mayor amabilidad posible.

La secretaria lo miró con desagrado y levanto el teléfono para hacer una llamada; cuando colgó se volteó hacia él con expresión asqueada y le dijo —El señor Burns está muy ocupado, espere en la sala hasta que lo llame.

Draco le sonrió forzadamente y se dirigió hacia las incomodas sillas de espera.

Cuando pasó dos horas sentado en la misma silla sin señal de ser llamado, Draco decidió que ya había esperado suficiente. Se levantó fingiendo tranquilidad y se acercó hasta la mujer.

—¿Ya es posible hablar con el señor Burns? —preguntó.

La mujer lo miró con molestia y le contestó prepotente —El señor Burns está muy ocupado; no va a poder atenderlo.

—Pero llevo esperando dos horas.

—El señor Burns está ocupado —repitió la mujer, elevando la voz.

—No va a tardar mucho. Solo necesito que me firme estos papeles. Ya están revisados por el notario y no es necesario que desperdicie tiempo leyéndolos —insistió Draco.

—¡Ya le dije que el señor Burns está muy ocupado! ¡Regrese otro día!

—¿Qué sucede? —preguntó una voz tras ellos.

Draco se tensó inmediatamente. Para su molestia, reconocería esa voz en cualquier lugar.

Los ojos de la mujer brillaron de alegría, tal vez sintiéndose victoriosa ahora que sabía que alguien iba a darle la razón —¡Este hombre insiste en ver al señor Burns cuando ya le dije que está muy ocupado y no puede atender a nadie! —se quejó inmediatamente.

Draco evitó voltear hacia Potter.

—¿De verdad? —preguntó Potter con pena—. Es una lástima, también necesitaba que me firmara unos papeles, pero parece que tendré que volver mañana.

La mujer pareció sobresaltarse. Miró hacia Draco con frustración, como esperando que se fuera para poder hablar tranquilamente con Harry Potter, luego volteó nuevamente hacia el héroe —Déjeme hablar con el señor Burns, tal vez tenga unos segundos para usted si es algo urgente.

—Muchas gracias —agradeció Potter con voz alegre.

La mujer pareció a punto de desmayarse al ver la sonrisa que el héroe le regalaba, luego salió apresurada a la oficina de su jefe.

Draco se dio la vuelta dispuesto a irse de ese lugar. Probablemente Potter llevaba algunos papeles que su trabajo como auror le requería, pero él era el héroe, así que nadie se atrevería a hacerlo esperar ni un minuto. Draco siempre pasaba demasiados problemas para finalizar sus trámites en el ministerio; todos le ponían demasiadas trabas cuando él llevaba alguna papelería a firmar o a validar. Esa era la única venganza que podían tomar después de que los Malfoy habían quedado libres de sus acciones durante la guerra. Todos aún les guardaban resentimiento, y querían verlos pagar, pero no se atrevían a vengarse directamente por temor a Harry Potter, quien había hablado a favor de ellos para que los liberaran.

Loto azul (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora