De regreso en su compartimiento, Luz se asomó por la ventana; eran apenas las cinco y cuarto de la tarde, pero ya estaba oscuro. Acaban de pasar por Harpers Ferry, en Virginia Occidental.
Decidió que era hora de ir a buscar a la gente de cine. Pasó por los coches ubicados en dirección opuesta al comedor y se halló en la otra sección de coches cama. Estaba segura de que los tipos de Hollywood sólo viajaban en primera clase, así que se dirigió a ese sector; tenía la esperanza de que los cineastas salieran de sus escondites.
En el primer compartimiento la cortina de la entrada estaba cerrada, de modo que no fue posible ver adentro, aunque oyó que alguien se movía en el interior. En el compartimiento siguiente observó que la cortina estaba entreabierta. Se detuvo y echó una ojeada. En la pequeña habitación un joven alto caminaba de un lado a otro. Tenía el cabello cortado casi al ras en la parte superior y vestía un suéter oscuro de cuello alto. Cuando se dio vuelta, Luz vio que llevaba puestos audífonos con el teléfono portátil prendido al cinturón. No podía ser el famoso director, pensó. El tipo no tenía pinta de director. O era una estrella o un escritor. Hubiera apostado a que era escritor. Parecía uno de esos escritorcillos de moda que tanta demanda tenían en Los Ángeles.
Luz se acercó al compartimiento siguiente. Iba a mirar hacia adentro cuando una mujer abrió la puerta y casi choca contra ella.
-Perdón -dijo la desconocida-. Me acaban de decir que no puedo fumar en mi compartimiento.
Luz vio un cigarrillo apagado en la mano de la mujer, y después la observó detenidamente. Era de mediana estatura, de unos cuarenta y tantos años, cabello oscuro con unas líneas grises y un saludable bronceado californiano. La ropa que llevaba era muy cara: pantalones negros, camisa de seda blanca, chaqueta de tweed y zapatos Bruno Magli. Todo en ella hablaba de millones ganados con facilidad.
-Hay un salón de fumadores en el piso de abajo-anunció Luz.
-Bueno, supongo que hacia allá voy, entonces. Cientos de veces he tratado de dejar el hábito. Me puse los parches, incluso me sometí a la hipnosis. Nada.
-Yo solía fumar dos paquetes al día, pero ahora me limito a un cigarrillo de vez en cuando.
La mujer de mediana estatura pareció interesarse.
-¿Cómo lo conseguiste?
-Bueno, estaba en juego mi vida.
-Lo entiendo. ¿Quién se quiere morir de cáncer de pulmón?
-No, no me refiero a eso. Fui una corresponsal en el extranjero. Iba en un convoy de periodistas que fue atacado por la guerrilla. Al correr hacia las montañas, un tipo de Reuters, como de cincuenta años y fumador empedernido, no pudo hacerlo. Cayó al suelo, seguramente de un ataque de corazón. Mi propio corazón y mis pulmones estaban a punto de estallar; me dio la impresión de que cada cigarrillo que fumé en mi vida regresaba en ese momento para atormentarme. Desde entonces no volví a tocar un cigarrillo.
-¡Demonios, qué historia! Conque una corresponsal de guerra, ¿eh?
-Ya no. Las noticias más terribles que cubro en este momento son sobre cómo armar roperos para matrimonios, de manera que el esposo sobreviva al intento, y acerca de los espantosos peligros que encierran las barbacoas hechas en casa.
La mujer se rió y le tendió la mano.
-Es divertido. A propósito, soy Willow Park.
Luz pensó que la había reconocido, y cuando le dijo su nombre lo confirmó. Era una directora muy famosa que en general se contaba entre las diez personas más poderosas de Hollywood. Era conocida por sus enormes éxitos de taquilla y también porque en varias ocasiones fue nominada al Óscar, y unos años atrás se llevó el premio.
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LA HISTORIA DE UN CORAZÓN ENGAÑOSO -LUMITY ADAPTACIÓN-
RomanceLa vida de la periodista Luz Noceda es un desastre. Y para empeorar las cosas, debe cruzar Estados Unidos por tren para pasar Navidad con una chica a la cual no está segura de amar. Pero Luz ni se imagina lo significativo que será ese viaje de tres...