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By Jimin.

—¡Arggg, no me tapes los ojos! ¡Si ya sé a dónde vamos, no tiene sentido que me los tapes!

—¡Calla! No seas aguafiestas. Te va a gustar, así que no mires.

—Un lago. ¡Un jodido lago! Además, lo he visto desde lejos en el coche, idiota. Ya no tiene gracia. – Jungkook bufó en mi oído y luego chistó para que me callara. Su cuerpo, tan pegado al mío guiándome por ese terreno desconocido me estaba dando calor. Demasiado calor para un día soleado de finales de agosto a cuarenta grados centígrados. Ya había empezado a sudar por su culpa, pero era tan insistente y parecía tan ilusionado, que me daba lástima estropearle la sorpresa, fuera cual fuera la que me tenía preparada.

A lo lejos, pude oler el agua salada. Parecía agua de playa, aunque yo sabía que solo se trataba de un pequeño lago cerca de la Selva Negra, pero ¡yo nunca había estado en un lago! Sin contar el lago artificial de Seúl, claro, pero allí no había quien se bañará sin recibir una buena multa. Oí el sonido de los pájaros, sentí el calor asfixiante de la playa y escuché los ladridos de Ddosun al otro lado de la ventana del coche.

—Hay que bajar al perro. – le recordé a Jungkook y él gruñó.

—Ya, ya. ¡No habrás los ojos! – eso sería imposible porque en cuanto se agachó para abrir la puerta del asiento trasero del coche, estrelló mi cabeza contra su pecho en un pegajoso abrazo.

—¡Argg! – el perro salió ladrando y corriendo del coche. Lo oí alejarse en mi ceguera. – Jungkook, me estás ahogando. Tengo calor.

—Eh, no soy yo quien lleva puesta una sudadera en pleno verano.

—Ya, pero si te me pegas tanto me entra más todavía. – Jungkook cerró el coche. Oí como daba un portazo con la puerta trasera. — ¿Puedo mirar ya?

—No. Espera.

—De verdad, ¡que me ahogo!

—Si sigues quejándote te ahogaré de verdad. – Jungkook me empujó hacia delante, aún con las manos en mis ojos y me guio. Estuve a punto de caerme de bruces con un tropezón de arena y Jungkook me levantó cogiéndome de la cintura.

—¡Eh! He visto el agua.

—¡Que no mires! – mis chanclas se hundieron en la arena caliente y yo sonreí. Aquello era como estar en la playa. Hacía años que no tenía esa sensación de tierra escurriéndose entre mis dedos.

—¿Podré hacer castillos de arena? – pregunté cuando nos paramos y alcé las manos hasta sus dedos, los que me dificultaban la visión. Jungkook se puso tenso de repente y yo oí risas y voces a nuestro alrededor.

—No puede ser... — gruñó.

—¿Qué pasa?

—¡Ehhhh, Muñecooooo! ¡Capitáaaaaaan! – oí que nos llamaba una voz femenina, pero ronca. La reconocí como la de Ricky y sonreí.

—¿Esta era la sorpresa? ¿Ricky?

—¿Pero qué coño hacen estos aquí? – y por fin me soltó la cabeza y pude ver el paisaje. Decir que era precioso era un claro eufemismo. Me quedé alucinado observando los pinos y la hierba que rodeaba el lago cristalino en la otra orilla. El agua era azul, no verde como en las playas en las que había estado. No estaba embarrado y el fondo lleno de arena, piedras y hierba se veía a través del agua como si estuvieran flotando en la superficie. Era un lago inmenso que desaparecía tras varias montañas cubiertas de árboles. Tenía un montón de riscos enormes que se hundían en el agua y emergían unos diez metros por encima de la misma. Uno de ellos trepaba en forma de acantilado hasta llegar a una zona verde, con árboles de hojas verde claro. Lo primero que pensé cuando vi aquella enorme distancia de la punta del acantilado con el agua fue, "tengo que tirarme de cabeza". El agua era tranquila, sin olas, por lo que no tenía que preocuparme de ahogarme y golpearme contra una roca, matándome.

Muñeco AcabadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora