By JiminAtender a los clientes sin detenerme ni siquiera para cobrar no me garantizaba acabar a las nueve de la noche y mucho menos, un par de minutos libres para ir a recoger el regalo de cumpleaños para Jungkook, el que me esperaba en la joyería Milo´s desde hacía casi cinco horas, totalmente pagado y esperaba que perfectamente guardado.
Eso quería decir que la tienda estaría cerrada cuando terminara de trabajar y que Jungkook se quedaría sin regalo hasta el día siguiente. ¡Maldita sea! ¿Quién me mandaría a mí encargar que grabaran esa estúpida y cursi frase en el regalo? Me iba a costar una decepción para mi nene. Pensaría que no me había acordado de su primer cumpleaños que pasábamos juntos con todos los dientes y sin pañales y se rompería la magia.
Bueno, todavía podía atarme un lacito alrededor del cuello y esperar, a ver qué pasaba.
—Jimin, sino te das prisa la joyería cerrará. Son casi las ocho y media. – me advirtió Esme al pasar por mi lado con una bandeja, directa al lavavajillas. Solté rápidamente el batido de fresa y nata que me había pedido una cliente y corrí hasta el mostrador detrás de Esme.
—Tienes que hacerme un favor. – le supliqué. Ella sonrió de oreja a oreja, como si hubiera estado esperando que pronunciara esas mismas palabras.
—Quieres que vaya a por el regalo ¿eh?
—Por favor. Si yo salgo de aquí va a cantar mucho. – bufé, asqueado con mi suerte. – Por alguna razón que no logro comprender, los clientes se empeñan en humillarme públicamente. – ella soltó una carcajada estridente.
—Con lo guapo que eres no es de extrañar. Anda, sigue trabajando. Volveré en quince minutos.
—Gracias, nena. Te daría un beso, pero no creo que le sienta muy bien a Yoongi… ni a Jungkook. – Esme corrió al vestuario y en cinco minutos salió de la tienda a toda velocidad, dejándonos a Wonho y a mí solos con los pocos clientes que quedaban. Una vez los hube servido a todos y medio limpié las mesas que quedaban vacías, me dejé caer en el mostrador junto a Wonho, que hacia cuenta sin mucho interés. – Estoy agotado, no creo que pueda aguantar mucho más. ¿Qué hacemos? ¿Vamos cerrando?
—Todavía queda media hora y siguen habiendo clientes en el local. – volví a bufar mientras me apartaba el pelo de la frente. Wonho dejó el dinero de lado y lo volvió a meter en la caja. Llevaba todo el día muy frío y su actitud indiferente me empezaba a cabrear. Abrí la boca para decir algo al respecto cuando alzó la cara y se quedó mirando las puertas correderas con expresión descompuesta. Tragó saliva.
De repente, los pocos clientes que quedaban en el local se levantaron de sus sillas y con rostros de preocupación, salieron de la pastelería casi corriendo, dejando tres pares de billetes de veinte dólares cada uno, sin esperar la vuelta. Observé sus mesas, la mayoría con los batidos y los pasteles a medio comer.
—¿Y eso? – murmuré. Me di la vuelta con el dinero en la mano para pedir una explicación y me lo encontré. Cara a cara.
Retrocedí. Me dio una impresión bárbara encontrarme frente a frente con el “carnicero”, el cirujano jefe del hospital donde Taehyung hacia sus prácticas de enfermería. Allí, a escaso medio metro de mi cuerpo. Me sacaba cabeza y media. ¡Era mucho más intimidante sin las gafas y la bata de médico con la que lo había pillado en el hospital! El brillo de sus ojos era el mismo, sin embargo. Entre dulce y amenazador. Los labios hundidos me recordaron a Jungkook cuando se frustraba.
—¿Puedes ponerme una cerveza? – me dijo.
—¿Cómo? – pregunté yo, un poco abochornado al recordar el numerito que había montado delante de él hacía apenas treinta horas.