By JiminEn mi subconsciente, recordaba vagamente las películas que me creaba en la cabeza en cuanto a lo que sentía por Jungkook. Éramos hermanos, nuestro único vínculo era ese, un vínculo de sangre imborrable que ninguno de los dos puso mayor atención porque a ambos nos convenía ignorar aquel detalle.
Mi vínculo con él era algo más carnal, sexual, como si la leyenda del hilo rojo funcionará también en dos hermanos, aunque no había amor de su parte, no el que yo quería porque siempre me conformaba con lo que Jungkook estaba aprendiendo a darme. Un hilo rojo... Desde que llegué a Busan sentí que aquel hilo fue cortado desde la raíz, el puñetero destino nos había hecho hermanos y nosotros nos habíamos saltado todas las reglas.
Llevaba horas andando, Jungkook no había respondido mi mensaje, y aunque estuve tentado a enviar otro, no lo hice.
Entre los barrios altos no lo había visto, cuando decidí ir hacia los bajos, mis primeras opciones fueron descartadas; El Floy, un garito al que íbamos, un billar, el parque, no estaba... Ni en los callejones en los que solía traficar, a este punto pensaba que me estaba evitando y su falta de comunicación se me hacía molestó, al igual que la persona que me andaba persiguiendo desde cinco calles atrás.
Me di cuenta que alguien me observaba, sentía su mirada penetrante en la nuca y el ruido suave de sus pisadas en la nieve. En otra situación, meses atrás, probablemente estaría corriendo buscando esconderme, porque eso hacia siempre, esconderme. Ahora simplemente estaba expectante. Se había corrido la voz en todos los barrios bajos de lo que había hecho con Gore, la muerte de Yoongi y las demás muertes de encadenados y caídos no pasaron desapercibidos.
Mi cabeza tenía un precio.
Era incluso divertido e irónico ser yo el que buscaban cazar y no Jungkook.
—¡Eh! –grité buscando la atención de aquella silueta escondiéndose en un callejón a unos dos metros de donde estaba parado. Sin protección de ninguna arma blanca pude haber retrocedido pero una adrenalina inexplicable me atrajo a aquel callejón picándome más la curiosidad que la prudencia.
Nadie respondió.
Caminé sigiloso, tomé una bocanada de aire conteniendo la respiración por unos segundos y gire hacia el callejón con los ojos muy abiertos esperando encontrarme a alguien, pero no había nadie, el callejón estaba vacío.—¡Aaahg! –Un tirón de cabello echo mi cabeza hacia atrás, reposándola en un hombro duro y fuerte, no podía ver su rostro pero su aroma me envició y la dureza de sus músculos pegado a mi espalda me excito de sobremanera.
Era Jungkook.
—¿Siempre tan brusco?
—¿Siempre tan imprudente? –me retó y yo reí aún cogido del cabello.
—¿Puedes soltarme? –se lo pedí con cierto tonito insinuante, pero él no estaba para eso, lo noté por como su pecho se hincho tomando aire y lo contuvo, conocía a la perfección aquello que hacía cuando estaba apunto de estallar.
—Un corderito en medio de una manada de lobos, tan blanquito, tan puro, tan bonito –la punta de su nariz rozo el lateral de mi cuello, me estaba olisqueando, al mismo tiempo su mano libre hurgaba los bolsillos de mi pantalón, luego el de mi chaqueta. No entendía su juego.– Y tan estúpido. Pensé que eras más listo, Jimin.
Y me soltó.
Me empujó con violencia contra la pared contraria en ese estrecho callejón. No me hice daño pero mis sentidos hicieron que me pusiera a la defensiva de inmediato. Mi instinto era salir corriendo o tomar algo filudo y apuntarle, ¿Pero por qué debíamos llegar a eso? Algo le pasaba a Jungkook.