By JiminEn la cocina, la escena no era mucho mejor. Habían destrozado la vajilla, reventado cajones y puertecillas, el microondas, la tostadora, la máquina de café, la vitrocerámica, el frigorífico y el congelador, la comida estropeada y podrida después de tanto tiempo expuesta a temperaturas demasiado altas. Cada ventana se había quedado sin cristal, rota desde dentro, salvo la de la cocina, que la habían hecho estallar por fuera. Encontré uno de los pantalones de Jungkook sobre el frigorífico. Estaba rasgado. Cuando entré en nuestro cuarto, creí que me moriría de pena al ver la ropa arruinada de cada uno de nosotros. Lo único que habían dejado entero era el calzado que yo guardaba bajo la cama. Por lo visto, no habían mirado allí abajo. Aún así, el nuevo colchón de latex que tanto nos había costado y que aún estábamos pagando ya no era un colchón. Ahora era un revoltijo de jirones y muelles sueltos. Las puertas del armario empotrado se tornaban peligrosas por las astillas picudas. No me molesté en abrirla para ver su interior.
—Maldita sea. – rugió Jungkook a mi espalda.—Son unos malditos cabrones. – me entraron ganas de llorar al ver semejantes desperfectos en nuestro nido. ¡Pero cuantas horas me había pasado limpiándolo y ordenándolo para dejarlo perfecto! Varias lágrimas me asaltaron los ojos, pero sacudí la cabeza para reprimirme.
—Oh, no… ¡Mierda! – al entrar en el cuarto Jungkook perdió la compostura y abrió el armario empotrado de un golpe. Se dejó caer al suelo y maldiciendo en voz baja, sacó aquel instrumento que tanto trabajo me había costado conseguir, lo que quedaba de la guitarra Gibson que le había regalado la Navidad pasada. Verla me bastó para saber que el daño era irreparable. Si no fuera por los colores de la misma ni siquiera la habría reconocido. – Hijos de puta… ¡Voy a matarlos! – estalló, apretando el mástil en una mano y arrojándola al suelo tras unos segundos de pura rabia. – Mi regalo de Navidad…
—Jungkook, da igual. Ya compraremos otra.
—No, no da igual. Era mi regalo.
—Ya apenas la tocabas. – añadí. Desde que había llegado a Busan no había visto ni una vez tocar a Jungkook, aunque eso sí, la guitarra siempre estaba limpia de polvo o alguna suciedad, siempre intacta.
—Tú estás trabajando cuando la cojo. Estaba componiendo algo nuevo… y me gustaba. – esa respuesta me impresionó muchísimo. ¡No me lo había dicho! Pensaba que había perdido el interés en ella y eso me hacía sentir como un fracasado.
—Jungkook…
—Han entrado buscando algo, tal vez el dinero de la banda. Suerte que se lo entregué a Yoongi hace poco para que lo guardara. Una semana antes y se lo habrían llevado.
—¿Cómo sabes que han entrado buscando algo? – Jungkook me miró. Había entristecido. No recordaba haberle visto tan apagado desde hacía mucho.
—Las ventanas tienen barrotes y hay muchas casas por los alrededores que no los tienen, ¿por qué tomarse la molestia de estar media hora serrando hierro cuando con mucha más facilidad podrían haber entrado en otra casa? Lo que más me jode es que es precisamente a mí, al Capitán al que han entrado a robar. Está claro que buscaban algo, no sé el qué, pero todo estaba preparado.
—A simple vista parecen haber entrado más para tocar las narices que para… Jungkook…
—¿Qué?
—¿Qué es eso? – señalé unas manchas oscuras que se habían dibujado en la pared. Al principio no me había fijado en ellas y aún ahora eran difíciles de distinguir en la oscuridad. Jungkook las observó con un repentino mutismo y sacó su móvil del bolsillo para alumbrar, ya que también se habían cargado las lámparas y el interruptor de la habitación.