El adiós de una amistad.

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Culminaba mi rutina de ejercicios, tome una ducha fría para relajarme un poco, me sequé y me cambié.
Entro a mi computadora para jugar un poco, ya sabes, pasar el rato. Suena el timbre, abro y veo a una ex amiga de la infancia, una chica de rulos, cachetes rojos como si se hubiera colocado algo de rubor, llevaba un pantalón a cuadros, junto a un polo de su instituto.
Se veía bien muy bien, siempre se ve bien y ella lo sabe. Procedí a abrir la puerta y entró, pude percibir un leve olor a trago.
— Estoy algo ebria —dijo ella—. Fui a una pequeña reunión con mis compañeros del instituto, una casa llamada “El búnker" muchas chicas de San Juan van ahí.
— ¿Así? Me hice el interesado (solo quería seguir jugando).
Cambio de tema velozmente y me hizo recordar una ocasión que se dio hace un tiempo, en aquella ocasión ambos andábamos ebrios y estábamos muy apegados.
— ¿Recuerdas del beso que me diste en la esquina de tu casa? —dijo ella—.
— Sí… Me siento apenado por eso, no debí.
Ella empieza a reír y me da un beso, yo me quedé algo sorprendido, no supe cómo actuar.
(Andaba en una relación en aquel momento, poco tiempo terminamos, si lo hubiera sabido, hubiera seguido el beso.)
Me comentó que había una amiga de ella que me había visto, dijo que yo había bajado de peso y me veía mejor, me veía muy guapo.
Solo atiné a reír nerviosamente, no tenía tanta experiencia, no era el “galán” que soy hoy en día. Ella se levanta y empieza a acariciar al gato, hacia pequeños gemidos y movía lentamente el culo, era redondo y grande, me sentí tentado.
Me levanté e intencionalmente roce mi pene con sus contorneadas nalgas.
Ella solo se rio, estaba ebria claramente me sentí mal, no era correcto. Quería follarla ahí mismo, pero un estúpido sentimiento de “Fidelidad" me detenía.
Nos sentamos en el viejo sillón y ahí mismo empecé a tocar sus piernas, sus suaves piernas. De manera elegante y casual, coloque mi mano en su cintura, me sentía como el puto amo en ese momento.
Baje la mano lentamente y la acariciaba cada vez más lento, tal vez y ella quería sexo duro. Yo solo quería manosearla sin que se enojara, no sabía si me tiraría una bofetada.
Lo pensé por un momento y toque el tema de mi chica, le dije que ya había cumplido unos 5 meses y la pasé bien, de enseguida note una cara de disconformidad en su rostro. No fue mi mejor comentario claramente, la dejé en la sala y entre al baño.
Me lave la cara, me mire al espejo y en mi mente dije “Hazlo", regrese al sillón y la tomé por la cintura ella tenía su cabeza en mi hombro, por mi mente pensé que podía ir por buen camino, tal vez una relación, una idea muy tonta.
Coloque mi boca en su oído.
— ¿Puedes chupármela?
Ella rio y seguí metiéndole mano, ella quería tener mi pene en su lindo y pálido trasero.
— Es algo tarde me tengo que ir —dijo ella—.
— Está bien te acompaño —dije—.
En la puerta andábamos algo pegados aproveché y frote mi pene en sus nalgas, ella no dijo nada solo se sonrojó y me miró con una mirada seductora.
Ya en el parque me dijo que iba a ir a la casa de un amigo (Sabía que hice mal no me la folle, una pena que nunca más se repitió la oportunidad.)
Yo le rogué encarecidamente que no dijera nada y me dijo que así iba a ser.
Solo fue un momento de amigos ¿No? —dijo ella—. Mientras soltaba una risita coqueta.
En el pasado cuando tenía dieciséis años sentía una gran atracción, si así es me gustaba mi mejor amiga.
Y veía como se iba, vi como se fue la oportunidad de un buen polvo, mientras ella movía de lado a lado las nalgas, vi como se fue una amiga.














Relatos de un joven indecente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora