Patrullita nocturna

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—... ¿La sala de música? —pregunta Eugene después de que Lorenzo nos dijera que nos tocaba patrullar esa área.

—Sí, no hemos revisado en un tiempo —contesta poniéndose las manos en la cintura— ¿Puedes ir a ver en la noche?

Hoy a la noche me toca ir a patrullar con el rubio, ir al salón de música me hace acordar al grupito que teníamos en la escuela, que cantaba y tocaba los instrumentos (nada muy impresionante o caro, un par de guitarras criollas, flautas hechas en un taller de la escuela, una caja y lo demás a imaginación) en los festivales que hacíamos de vez en cuando.

Eugene corre un poco la puerta y el polvo vuela directamente a mis fosas nasales haciéndome toser y estornudar como ocho veces seguidas.

—Uff... ¡Polvoriento! —se queja Eugene sacudiendo la mano, como ahuyentando al polvo.

—¿No habías venido ya?

—No.. los otros chicos estaban a cargo de patrullar esta área —me contesta pero suena raro, como triste o algo así.

—¿Todo en orden rey?

—... Solo echemos un rápido vistazo y salgamos de aquí —me dice eso y camina por al lado mío para entrar al salón.

Se siente raro entrar acá en plena madrugada. Veo un piano en el medio del salón y alto miedo miren si se empieza a tocar solo.

Me giré para ver a Eugene y está paradito en una esquina mirando el piano, como esperando que pase algo.

—Eh.. ¿nos ponemos a revisar?

—Bien —se asustó cuando le hablé, pero empezó a buscar algo por el salón. No sé que le pasará, pero prefiero no preguntar.

Además de un mueble lleno de polvo y algunos instrumentos no hay prácticamente nada. Las ventanas también están bien cerradas.

—Supongo que está todo bien por acá, ¿volvemos? —como no me contestó lo miró y está quieto viendo el piano de nuevo— ¿Querés tocar?

—¡No! ¿Por qué querría? —contesta negándose.

—¿Entonces porque lo miras como si fuera una tira de asado?

—...No, solo... No es como que quiera tocarlo... —no lo interrumpo y sigo escuchándolo— Yo solo... estoy molesto de no recordar... las canciones que solía tocar... por eso sigo mirándolo.

Lo quedo mirando. Se ve decepcionado.

—Sabes... a la hora del almuerzo, solía pedirle a mi maestro de música que me dejara tocar el piano y practicar canto. Practicaba todos los días. Otros estudiantes venían a verme practicar.

Hablaba bastante orgulloso. Como cuando de pibe ganabas un partidito de fútbol y le contabas a tu mamá. Me hizo sonreír.

—¿De verdad no te acordas de ninguna canción?

—Bueno... supongo que recuerdo algunas...

—¿Podés tocar una?

—...¿Ahora?

—Si no querés no, tranqui —pensé que si le pedía una iba a emocionarse un poco pero parece que no y ahora hay un silencio incómodo.

¿Me disculpo? Tipo capaz que no se siente cómodo o anda a saber qué le habrá pasado antes de llegar acá.

—Bueno... ¿por qué no? —sonríe y se sienta en el banquito al frente del piano.

Entonces tenía razón y sí quería tocar. ¿Ven? Mi intuición nunca falla.

Si Mati fuese el protagonista de dangerous fellowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora