025: ᴇʟ ʀᴇғʟᴇᴊᴏ

40 5 8
                                    

Minho camina por el parque interior. Los rayos del sol evaporan de a poco la niebla y el Rey de los Muertos escapa de la luz del día. El resto de zombies deambulan desorientados alrededor de la urbanización. Ya no los necesita.

Sube los escalones con ojos cerrados, olfateando el aire. Sus dientes brillan blancos y rojos. Avanza por instinto, sus pies ya conocen el destino.

Unos minutos más tarde cierra la puerta de su antiguo piso tras de sí. Por su pecho sube entonces algo que Minho no consigue comprender. Ruge. La sensación desaparece y una sonrisa se dibuja en sus labios.

Las yemas de los dedos le transmiten recuerdos de su vida pasada; de antes que fuera el Rey de los Muertos. Las neuronas en su cerebro se comunican eléctricas y sabrosas.

La luz del día sigue entrometiéndose dentro de la vivienda y un destello capta su atención. Minho lo sigue y se encuentra con un espejo. Los ojos blancos están fijos en las manos, tardan unos segundos en reconocerlas como propias. Cuando lo hace, la mirada continúa subiendo.

Los ojos se detienen en el rostro. En la piel agrietada y amarillenta, los dientes negros, el pelo grasiento y ensangrentado. Tres líneas trazan esa frente perversa.

El Rey ruge, cierra las manos y golpea los ojos con dientes cerrados. El vidrio se desintegra a sus pies. Luego se gira, ruge una vez más y abandona el piso. A la muerte no le gusta mirarse al espejo.

Los pies de Minho caen furiosos sobre las escaleras hasta llegar a la azotea. El sol alumbra desde el este el objeto de su derrota. El teclado electrónico continúa sonando en la azotea del bloque 2.

El Rey de los Muertos camina hasta él, levanta su pie derecho y... lo baja lentamente. Los ojos se detienen en el temblor que recorre sus manos. Minho ruge pero los dedos no obedecen.

Sin comprender lo que sucede, se derrumba junto al instrumento. Los dedos se apoderan de su cuerpo. <<Stop>> Las manos se mueven envenenadas sobre las teclas. Minho cede ante el impulso. Su alma se transforma en acordes.

Los muertos oyen su música. La atención de los zombies vuelve a ser suya. Los dedos saltan de tecla en tecla tejiendo una melodía macabra. El rictus se expande en su rostro macilento.

-Jennie... -sisea saboreando el nombre-

El ejército de muertos se congrega a los pies del Rey. Los dedos se hunden una y otra vez en las teclas como puñaladas agudas. El sol ilumina su espalda arqueada, sus dedos huesudos, sus dientes afilados, su sonrisa... oscura

-Jennie -repite el Rey de los Muertos y se pierde en su propia melodía-

☯︎☯︎

Rambo no leía los periódicos, pero sabía que algo andaba mal desde hacía tiempo. La presa que perseguía se había escapado y al volver sobre sus pasos su amo había desaparecido. Olisqueo el aire pero no consiguió dar con él ni con la niña.

Entonces uno de esos humanos hambrientos se le echó encima. Rambo lo esquivó con facilidad y alzó la cabeza. Una manada de humanos hambrientos empezaba a congregarse a su alrededor. Fue entonces cuando Rambo la oyó por primera vez: la llamada de lo salvaje.

Los pelos en su lomo se erizaron, las patas se flexionaron y la boca se abrió enseñando una colección de dientes afilados. Rambo intentó comunicarles a los humanos que él no era la comida, pero supo enseguida que estos solo entendían la ley del colmillo.

La llamada era más fuerte a cada segundo. Un eco en su cerebro sabía exactamente lo que hacer. El primer humano se lanzó a por él. Rambo esquivó y cerró sus dientes sobre su pierna. Hueso con hueso, el humano se desplomó. Rambo ladró sangre y se lanzó sobre el segundo antes de que este lo hiciera.

ᴀᴘᴏᴄᴀʟʏᴘsᴇ | ᴛᴀᴇᴋᴏᴏᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora