Las piedras se enterraban en las suelas de mis zapatos ya desgastados, y chorros de agua derramados por las cubetas, empapaban mi ropa rota y la tierra que pisaba.Desde mucho antes de yo siquiera haber nacido, el lago más cercano a nuestras cabañas estaba contaminado, talvez radioactivo, ¿quién sabía qué hacían ellos en él?, -tal vez se bañaban- y para conseguir el agua de lavarnos, lavar nuestra ropa, tomar y cocer los víveres, debíamos caminar kilómetros.
Iba absorta en mis pensamientos, mi amiga desde siempre, Amber, a mi lado, caminaba cantando su canción, sobre conejos y hierbas verdes que nunca habíamos visto crecer.
—¿Crees que alguna vez vea hierbas verdes? — no contesté. Amber era muy alegre, y se mantenía positiva ante todo, era como mi hermanita menor; pero teníamos ese dúo, yo era el ancla a la tierra, y ella entonces, era la nave espacial. Sabía que la respuesta podía ser negativa, pero necesitaba que ella creyera en una linda afirmación, solo así, entonces, yo creería. Si ella moría, ¿dónde quedaba yo?
A veces el sol era muy fuerte, y otras las gruesas nubes de humo nos sumergían en oscuridad y asfixia; este era uno de esos días. Gaby, el hermano pequeño de Amber, era muy fuerte, había caminado kilómetro y medio sin problemas, con una botella de agua a rastro, porque insistía en querer ayudar. Era en verdad un niño encantador, como su hermana.
—Amber, ya estoy cansado — anunció al cabo de un rato, ella no lo pensó dos veces y se detuvo, yo lo hice unos pasos después.
Miré su pelo corto y rojo adherido a su frente por el sudor, su piel estaba más pálida de lo normal, y respiraba con fuerza, más bien buscando alguna gota de oxígeno que pudiese respirar; incluso creí haber visto a sus pecas abrirse para tomar aire. Y luego nos sentamos en unos troncos, que apesar de estar casi a mitad de la primavera, estaban secos.
—¿Cuánto más crees que tendremos que vivir con Benjamín? — cuestionó cabizbaja, jugando con la tierra, como si fuese algo seguro.
—Espero que hoy podamos terminar —contesto sabiendo que no hay muchas probabilidades.
Nuestras madres, como la mayoría de nuestros vecinos, reconstruyen sus casas, luego de los daños causados por la última lluvia ácida, que más parecía tormenta. Benjamín, tenía una de las pocas cabañas que no sufrió daños graves, así que su madre lo arregló muy pronto, y se ofreció a alojarnos a mí, a Amber y a Gaby, mientras nuestras madres arreglan las cabañas; y nuestros padres, siguen siendo explotados por la planta.
La noche nos acechaba cuando faltaba apenas un kilómetro y medio para llegar a casa; pasamos el lago radioactivo cuando se despidió la luz solar tan pobre que había, y no se veía ninguna estrella en el cielo cuando llegamos. Cada una se dirigió a su casa a dejar el agua.
—Buenas noches, tesoro — saludó mi madre al verme llegar, y de inmediato me ayudó a bajar las cubetas—. Tardaron mucho. No les pasó nada, ¿cierto?
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𝐖𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫 & 𝐖𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫: 𝙻𝚊 𝙲𝚒𝚞𝚍𝚊𝚍 𝙷𝚞é𝚛𝚏𝚊𝚗𝚊
Teen FictionEn una ciudad huérfana, habita un alma poderosa y fuerte, en un cuerpo pequeño. Una niña que luchará por la libertad de su pueblo, y las generaciones venideras, oponiéndose a la esclavitud y a una vida sin derechos. Mientras en alguna parte del mun...