I CAPÍTULO X: EL PLAN

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Amber y yo reunimos a los demás chicos, el grupo de los cinco y Gaby, y emprendimos la misión de reunir a cada uno de los adolescentes del pueblo, tal vez con ira, con emoción y adrenalina

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Amber y yo reunimos a los demás chicos, el grupo de los cinco y Gaby, y emprendimos la misión de reunir a cada uno de los adolescentes del pueblo, tal vez con ira, con emoción y adrenalina. Tenía el plan hecho en mi cabeza, casi toda su estructura, y podía sentir corriendo por mis venas la emoción que aún no experimentaba.

Tal vez, mucha gente no se imaginaba la pesadilla de ser un pueblo esclavo en un mundo como este, donde los monstruos caminan como tú, actúan como tú, lucen como tú, pero no piensan como tú. Y era lamentable y a la vez aterrador que justo la parte más importante del ser humano, estuviese tan escondido de los ojos de sus presas. Tal vez asustaba lo suficiente como para aislarte en un lugar tan remoto como este, debajo de su tierra muerta, y esconderte.

Porque cualquiera, podía ser el enemigo.

Ya no importaba quién supiese de nuestra "pacífica" revuelta que había abortado la idea de la paz. Si tenían que enterarse todos, que lo hicieran. Agredir físicamente a un miembro de nuestra comunidad, era suficiente como para que todos se unieran a los ideales de una niña sin límites. Tal vez ya no los tenía. Y no tenía prisa en volver a buscarlos.

En poco tiempo habíamos reunido a todos, y Amber, Barckfree y yo los guiamos hasta la pradera de hierba verde, después del arroyo. Durante todo el trayecto no dije una sola palabra, pero podía escuchar como todos, incluyendo el resto de mi propio grupo, se cuestionaba el lugar hacia el que nos dirigíamos, y cuestionando mi cordura. Comentarios que no afectaron en lo más mínimo a mi ira y prisa por hablar. Por demostrarles a todos que si mi cordura se había despedido, más de una virtud se había llevado con ella. De eso estaba más que segura.

Escuchaba la queja de cientos de jóvenes cuando cruzaban el arroyo, mojando su ropa;  también sus comentarios molestos, en medio de los kilómetros que dividían nuestro oasis del decierto, hasta nuestro muy probable segundo oasis, al que sabía que a pesar de sus ya notables quejidos,  quedarían enamorados.

Y así fue. Cuando aparté los arbustos que nos obstruían, cada miembro del pequeño ejercito palideció y petrificó de golpe. Bark' fue el primero en romper el silencio suspensivo y ladró repetidas veces, antes de echarse a correr por el prado, haciendo que todos los demás le siguieran, incluyendo Amber, a pesar de que ya había venido varias veces.

Por primera vez, la felicidad de todos esos niños y en su mayoría adolecentes con uno o dos años restantes para entrar en la planta, no me causaba el regocijo de que todo por un instante era perfecto. En su lugar, un fuego se expandía en mi interior, trayendo consigo coraje, tristeza, decisión y un poco de miedo, que no me podía ocultar por más que así lo quisiera.

Esto era lo que quería para ellos, este lugar era suficientemente grande para nosotros, la tierra era fértil, más apartados de la toxicidad de las plantas petroquímicas y mucho más cerca de nuestra fuente de agua. No eran esas mis aspiraciones, pero bien podría ser una opción, para los que siquiera quisieran adaptarse a la ciudad.

𝐖𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫 & 𝐖𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫: 𝙻𝚊 𝙲𝚒𝚞𝚍𝚊𝚍 𝙷𝚞é𝚛𝚏𝚊𝚗𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora