I CAPÍTULO XI: EL INFORMANTE

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※Narrador en tercera persona※

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※Narrador en tercera persona※

En un mundo donde los niños toman las riendas del futuro de la humanidad, algún adulto pasó por alto importantes señales.

Winter, una niña de diecisiete años de edad, tez morena y pelo corto negro como una noche sin estrellas, sentía que generaciones de injusticia debían ser detenidas de una u otra forma, aunque conllevase liderar un grupo de niños de su misma edad, incluso menores que ella, para conseguirlo.

Parecía ser una buena idea, poco podría salir mal. Una lucha con buenas intenciones, con niños de buenas intenciones, contra seres de malas intenciones.

Y aunque pareciese una heroína, no todos pensaban lo mismo. Sin analizar el riesgo de lo que su levantamiento conllevaba, Winter reunió a todos los jóvenes y niños de todos los sectores de la pequeña ciudad abandonada que habitaban; con tal vez el error, de incluir niños, quizá demasiado pequeños, como para comprender la causa, y unirse a ella voluntariamente.

George, un niño esquelético de seis años, de pelo largo y descuidado, cuyos grandes ojos oscuros brillaban al escuchar hablar a su heroína de una libertad con cual soñaba; deseaba llegar a ser como ella cuando creciera. Sentía en su interior que todo el mundo debía escucharla hablar, que todo el mundo se sentiría igual de emocionado, y aunque poco entendía él el peso de las palabras que ella pronunciaba en sus discursos, sabía que todo el mundo debía saberlo. Así que siendo portador de sus palabras, corrió a casa a contarle a la primera persona que más admiraba.

Graham, era un joven delgado, pálido y malhadado, que apenas había cumplido sus dieciocho años y había adaptado rápidamente una actitud adulta y responsable. Había tenido un cruce con militares, quienes amenazaron a su familia, y sobornaron su lealtad hacia su pueblo.

Hacía semanas no veía un centavo de paga por su trabajo, como castigo de los militares por guardar silencio; su papá tampoco. Salía a cazar aves por las noches, pero parecían haber huído. Aún no habían cosechas, y hacía ya dos días se había acabado la ración de víveres en su casa.

Había salido a caminar luego de que llegase de la planta petroquímica. Pensaba en la conversación que había tenido esa misma tarde con el militar que le había amenazado antes, intentaba convencerle de que era injusto dejar a una familia sin comida, a cambio de una información que él no tenía, aunque mentía. Pero el militar poco razonable, pocas opciones daba, y en su pecho de pronto, ya no cabía su corazón.

Pateando piedras pensaba en cómo alimentaría a su familia. Lo había intentado, lo poco que podía hacer, ya lo había intentado, y poco podía hacer su viejo y cansado padre. Ahora él tenía que hacerse cargo de la casa, porque su pequeño hermano, George, necesitaba de su madre.

Pero se rehusaba a delatar a Winter. Mucho quería su lengua, más su corazón se negaba. Sabía bien que afectaría a su hermano menor, y a Amber, la chica de quien estaba enamorado. Y parecía ser la única opción que tenía en ese momento.

De vuelta a casa, apenas cruzó la puerta, su hermano había saltado sobre él, causándole sorpresa. Con sus manitas, tiró de su brazo y lo arrastró hasta el interior de la casa.

—¡Graham! ¡Graham! ¡Winter nos reunió otra vez! En un lugar hermoso, con mucha hierba.

—¿Hierba? —preguntó el joven confundido.

—¡Sí! Mucha hierba verde y árboles muy grandes —. Seguía soñando despierto el pequeño niño —Sí tan solo hubieses estado ahí conmigo. Hubiesemos corrido junto a todos los demás...

—George... —le interrumpió.

—Habían mariposas Graham, cientos de ellas. Y aves en los árboles —continuaba narrando, sin escuchar su llamado.

—George...

—Y escuché que todos viviremos ahí cuando Winter nos libere — aquella oración había puesto los sentidos de Graham alerta ¿De dónde había sacado que Winter los iba a liberar?

—¡George! —gritó Graham a su hermano, llamando su atención —. No existe hierba verde en este lugar. ¡Todo está seco! ¡Está muerto, George! Y no puede salvarse —decía sintiendo la sangre correr caliente por sus venas, haciéndolo sentir molesto, y tal vez, malvado. Sabía que aplastar así los sueños de su hermano estaba mal, pero no quería que andase por la vida con la cabeza llena de fantasías, en lugar de hacerle frente a la realidad, como la misma Winter, a quién tanto admiraba él.

Pero sentía que hacía lo correcto. Él sabía que era peligroso, y sabía que acabaría mal; lo sabía porque él había sido Winter una vez. Él ya había intentado cambiar la planta, había intentado luchar por lo correcto, sin embargo las consecuencias, fueron aún peores; su mismo padre, quién ahora era explotado, incluso más que los demás, e incluso menos monestizado por más trabajo. Habían sido golpeados, humillados, maltratados y amenazados. Él sabía bien, que aquellas ideas, traerían muchas desgracias.

—Por supuesto que existe —sollozó el niño secándose las lágrimas —estuve ahí, lo vimos todos. Nos llevó después del río. Seremos felices ahí ¡Winter hará justicia y ya no seremos esclavos!

Las palabras taladraban los oídos y la mente de Graham. No soportaba escucharlo decir esas cosas.

—¡Mentira! ¡Es mentira todo lo que promete Winter! Ella no puede hacerlo. No puede con ellos. ¿Es que no lo entiende? —decía derramando lágrimas de rabia—No existe una forma de enfrentarlos.

—Winter tiene un plan— se acercó su hermano—, sabe cómo hacerlo.

—¿Disculpa? —articuló sin creer lo que estaba diciendo.

—¡Sí! Iremos a la entrada de la gran ciudad con armas, a rebelarnos, para que todos nos vean.

—No... ¡No! ¡Está loca! —exclamó—¡Esa mocosa está loca! —sus mejillas y ojos se habían puestos rojos. Graham sentía en ese momento que iba a enloquecer —Tengo que impedir que haga una locura —dijo sonando serio y sofocado —. Tú no irás a ninguna revuelta —sentenció y salió por la puerta susurrando maldiciones.

Por otro lado, la madre de Amber, la señora Sarah, cuidaba a su marido malherido, cuando le contó sobre las sospechas que tenían ella y la madre de Winter, sobre que sus hijas escondían algo.

Sarah no era tonta, y conocía a su hija como a su imagen en el espejo. Ahora andaba con un grupo que nunca había visto unido, y desaparecía todo el día de la siembra.

Amber y Winter, planeaban algo. Y ella iba a descubrir qué era.

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𝐖𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫 & 𝐖𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫: 𝙻𝚊 𝙲𝚒𝚞𝚍𝚊𝚍 𝙷𝚞é𝚛𝚏𝚊𝚗𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora