I CAPÍTULO IV: EL DIARIO

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La diferencia entre ser libre y ser esclavo, es que siendo libre no tienes que darle las riendas a nadie de dirigir tu destino

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La diferencia entre ser libre y ser esclavo, es que siendo libre no tienes que darle las riendas a nadie de dirigir tu destino. No digo que siendo libre eres todo lo que quieres, ni muchos menos. Pero te conviertes en dueño de tus decisiones, y no en prisionero de las de otros.

Ver a todos los jóvenes de mi ciudad gritar y estar de acuerdo con la idea de rebelarnos, me hizo estar orgullosa de mi propia especie tal vez e incluso por primera vez. Teníamos más en nuestras venas que el instinto de destruir, y el egoísmo de ser el eje del universo, solo uno, y no en conjunto. Podíamos ser capaces también de pelear, de luchar por lo justo y lo correcto, siendo incluso mejores que ellos.

Algunos de los chicos de mi sector sabía leer, escribir, sumar y restar, aunque no más. Y poco conocimiento político y económico, aunque siempre diré que a mi parecer, incluso siendo inferiores en cuanto al respecto, no dejamos que nuestra gente se muera de hambre, por la ambición del dinero, cuando todos unidos, en estos tiempos de crisis somos más fuertes.

El bisabuelo de Amber, era un profesor sin su oficio cuando Los Poderosos los obligaron a trasladarse a este lugar. La generación de su zera¹ aprendió a leer y escribir, y su padre le enseñó a su madre, quien muy amablemente enseñó a la generación de su hija, por lo menos a los interesados; aunque de todos en el sector, yo era la más interesada.

Amber y yo dábamos un paseo después de la siembra, en donde iríamos cerca del lago contaminado, y regresaríamos a casa para preparar la cena. A nuestras madres les gustaba que nos relajaramos de vez en cuando. Esa tarde decidimos ir más allá, llegar a la orilla del lago, que hacía años no veía, y al llegar, estaba peor de lo que lo recordaba.

En un tronco seco de pie, a varios metros del lago, había un chico recostado ignorante de nuestra presencia. No sabía qué podía parecerle atractivo de este lago que probablemente podía sacarle un tercer ojo.

—¿Quién es ese? —pregunté curiosa, en verdad interesada en saber.

—Es Graham —contestó Amber desviando la mirada —siempre está ahí.

—¿No es ese el chico que está enamorado de tí? —Amber asintió pretendiendo que no le importaba en lo absoluto —pero espera, ¿cómo es que sabes que él siempre está aquí? — le cuestioné, notando sus mejillas ruborizar, por lo que ella decidió cambiar el tema.

Rato más tarde, cuando llegamos a la casa de Amber, me pidió que esperara fuera, mientras ella entraba a buscar algo. Salió en pocos minutos, abrazando un objeto.

—Quiero darte esto, Winter— dijo acercándose a mí, mirando hacia el suelo.

—¿Qué es eso? —pregunté no entendiendo lo que pasaba.

—Es una vieja libreta. Pertenecía a mi bisabuelo, luego a mi abuelo, a mi padre, y ahora a mí. Nadie nunca la ha usado, porque se consideró muy importante en la familia. Pero ví como los inspiraste a  todos allá. Eres grande Winter. ¡Harás historia! —me sonrió poniendo la libreta en mis manos y cerrandolas.

—Gracias — contesté en un abrazo, era todo lo que podía decirle, estaba en verdad muy agradecida.

No sabía si haría historia, pero si no responden a nuestra protesta pacífica, su nación nunca olvidará mi nombre. Porque ahora pelearé hasta el cansancio, yo debo guiarlos, inspirarlos. Y era mucha más responsabilidad de la que creía.

Durante la noche, dejé a Amber dormida en mi cama, y salí de casa a tomar aire, con la libreta -que había bautizado como mi diario- entre mis manos.

Aún de noche no se veía la luna, era cruelmente opacada por esa capa tan espesa de humo. No se admiraban las estrellas, no se escuchaba nada, más que mi respiración y mis pasos contra la consistencia seca del suelo; sin mencionar el polvo que levantaba con cada pisada.

Llegué a la entrada de la ciudad, donde no había nada; pero más allá, podía ver las luces de la ciudad. Eran tan brillantes que parecían estrellas. Era hermoso y triste. Ellos tenían todas esas luces y seguro muchas más de esas bellezas, mientras aquí, sufrimos hambre y frío, y poco podemos satisfacer las necesidades básicas.

Y viendo un motivo más para reclamar justicia y libertad, ví exactamente lo que tenía que hacer.

Muy temprano en la mañana, incluso antes de que los trabajadores de la fabrica se fueran, salí de la ciudad a urtadillas. Llevaba una bolsa vieja y rota que mi papá había dejado hace años, en ella llevaba mi diario y un lápiz que hacía años no veía ni usaba. Y caminé en verdad muchos kilómetros.

La entrada de la gran ciudad era majestuosa, llena de árboles y vida, y un cartel enorme con el nombre de la ciudad, y atracciones sencillamente inigualables. Nunca había visto algo semejante, arquitectura sin igual, muy grandes y lujosas; y además de impresionada estaba asustada y sí, me llenaba de rabia.

Un bosque se adentraba en la ciudad, y yo era muy buena para internarme en bosques. Fue la vía más segura que me encontré para escabullirme sin arriesgarme a que alguien de allí me viese; no era mi intención aún. Luego de una larga caminata en un bosque de desechos, mis pies chocaron con una carretera de asfalto. Levanté la mirada para toparme con un edificio de paredes opacas y mohosas, y un gran letrero a su costado que indicaba que era una fortaleza militar. Tal vez podía escuchar información sin querer, y saber cómo atacar a Los Poderosos, o por lo menos, solo saber cómo atacarían ellos.

Zera¹: descendencia

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Zera¹: descendencia.

𝐖𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫 & 𝐖𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫: 𝙻𝚊 𝙲𝚒𝚞𝚍𝚊𝚍 𝙷𝚞é𝚛𝚏𝚊𝚗𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora