Era una mañana a principios del verano, cuando Winter, Benjamín, Amber, Olga, Nelson y otros intrépidos soldados de la aldea, se encaminaban en dirección a la planta petroquímica a urtadillas y con cuidado de no ser vistos.
El día estaba parcialmente oscuro, y el sol peleaba con asomarse de entre las nubes de humo, que se confundían con las nubes oscuras y pesadas de agua.
Les esperaba el dia más difícil de sus vidas, y solo Dios sabía cómo terminaría. Ni la misma Winter, la líder del Grupo, sabía cómo resultaría su arriesgado plan. Los puntos más importantes los tenía mentalizados, y la fe intacta. Aunque en sus adentros pensaba: ¿Qué pasaría si no supiéramos usar bien las armas?, y era lo más probable que podría pasar.
Benjamín Jr., quién ya había ido antes a la planta, conocía la entrada principal, y una zona de escape, o una puerta descuidada por la que sabía que podrían escabullirse. Al llegar a la planta, Benjamín los guió hasta la puerta, y lograron cruzar con éxito. Teniendo la primera parte cubierta, necesitaban saber, dónde podrían conseguir las armas de los militares, y si esto era posible.
Los pasillos del lugar estaban sospechosamente vacíos, y las instalaciones silenciosas; parecía dormida, de no ser por la chimenea de humo que nunca paraba.
—No olviden estar alerta —advirtió Benjamín Jr. a los demás, sintiendo que el silencio, era en verdad aterrador, y que más que parecer señal de que la situación estaba de su lado, parecía una fría y callada amenaza.
Nelson, se mantuvo todo el pasillo detrás de Benjamín, sabía de armas por descendencia, y se le ocurría algún lugar donde podrían estar. Mientras los demás prestaban particular atención al trayecto, a los letreros de indicación y se mantenían alerta, por sí tenían que defender a los chicos.
Al fondo del pasillo, había una puerta de acero medio oxidada, con un letrero que les indicaba que allí estaban las municiones de los militares, y sin tiempo que perder, corrieron con cuidado, y se escondieron dentro de la habitación, que no tenía seguridad.
—Debemos tomar las armas de mano, son las más sencillas — informó Nelson —, y fáciles de ocultar.
—No queremos atacar, solo defendernos — dijo Winter, que no sabía nada de armas; muy poco de cacería, como todos allí, y pensaba que tal vez, podría ser lo mismo.
Tomaron armas, escondiendolas en sus bolsos, en su mayoría calibre 9 mm, Glock G19, y pocas armas de cañón largo, como fusiles, que había tomado Nelson. No se preocuparon en intentar que los militares no se diesen cuenta de que habían hurtado sus armas; y salieron por la misma puerta, sin que los vieran.
De vuelta a la aldea, ya estando todos los demás reunidos, a la espera de que su líder los guiara, entregaron las armas a los mayores, los más fuertes y con más experiencia en cacería. En todo caso, cada uno era particularmente fuerte, gracias al arduo trabajo que ejercían diario, y los que no alcanzaron armas, podían defenderse en combate de cuerpo a cuerpo.
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𝐖𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫 & 𝐖𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫: 𝙻𝚊 𝙲𝚒𝚞𝚍𝚊𝚍 𝙷𝚞é𝚛𝚏𝚊𝚗𝚊
JugendliteraturEn una ciudad huérfana, habita un alma poderosa y fuerte, en un cuerpo pequeño. Una niña que luchará por la libertad de su pueblo, y las generaciones venideras, oponiéndose a la esclavitud y a una vida sin derechos. Mientras en alguna parte del mun...