II.

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El rey Edmund.

Rey Edmund.

Edmund.

Las palabras de la chica se repetían una y otra vez en la cabeza del azabache. ¿Cómo sabía ella que él era rey? ¿Cómo es que había reconocido el nombre de Narnia? ¿Por qué lo relacionaba con un cuento de hadas?

Suspiró cansado.

Llevaba más de una hora pensando en lo mismo y no había encontrado respuesta.

Sus ojos se dirigieron hacia donde estaba T/N, aún desmayada.

Al contemplar su rostro se fijo que en su pómulo izquierdo se había formado un pequeño hematoma, en su mente se recreó el momento de cuando cayó desmayada y en ningún momento su rostro había sido golpeado con suficiente fuerza como para que se le hiciera un moretón. Su ceño se frunció y siguió observándola.

Algo dentro de él se removió.

Maldición, no.

Conocía perfectamente ese no se qué. Negó varias veces para tratar de alejar esos pensamientos.

Un sonido de queja de parte de la pelinegra lo devolvieron a la realidad. T/N comenzaba a despertar y por unos segundos miró fijamente el techo de la habitación como si estuviera procesando lo que pasaba, con un movimiento brusco se sentó asustada y su mirada se paso por toda la habitación hasta que fue consciente de la presencia del chico.

Edmund, en su mirada pudo detectar confusión y un poco de miedo. Tragó duro.

-No es un sueño- susurró T/N mientras tapaba su rostro con ambas manos.

El azabache dudó un poco antes de hablar.

-T/N- llamó con delicadeza, ella lo miró y poco a poco se fue acercando para no asustarla más. -T/N, necesito que me digas como llegaste a Narnia, como es que conoces este mundo.

Su corazón se encogió cuando ella comenzó a negar lento y sus ojos se cristalizaron, sus labios estaban ejerciendo una fuerza superior para no soltar los sollozos que querían escapar. Bajo la mirada un tanto avergonzada por mostrarse de tal manera ante el chico y no cualquier chico, como ella lo había dicho, él era un rey.

Las ganas de envolverla en sus brazos para hacerla sentir protegida invadieron al azabache, pero antes de que pudiera extender sus brazos, la puerta del camarote se abrió y su hermana y amigo entraron por ella.

-T/N, despertaste- Lucy se acercó a ella y la abrazó, la pelinegra un tanto confundida por la acción de la pequeña Pevensie correspondió el gesto. Al separarse, el joven décimo habló.

-Bienvenida a Narnia- le sonrió- Mi nombre es Caspian.

La chica lo miró con el ceño fruncido.

PEVENSIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora