VIII.

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Querido Diario:

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Querido Diario:

Es el primer día desde hace una eternidad en que puedo escribir por fin. Estamos atrapados en una tormenta gracias a que mis primos y ese chico telmino o como se diga, decidieron seguir las instrucciones de un tipo loco que se hace llamar mago Coriakin.

Lo he pasado fatal, subiendo y bajando a lomos de olas inmensas una hora tras otra, día tras día, exactamente llevamos diez días atrapados en esta bañera, siendo azotados como trapos viejos, mojados hasta los huesos y sin comida decente, no sé cuánto más podré soportar esto.

Edmund me trata de la peor manera haciéndome subir a cubierta para que trabaje como un esclavo, excusando que todos debemos aportar para poder salir de esta pesadilla. T/N intentó abogar por mi para que el trabajo no fuera tan pesado; no sirvió de mucho, pero al menos me redujeron el número de turnos.

"Si bajas el número de turnos se quejará menos y no será tan irritante."

La verdad me ofendí un poco, pero tiene algo de razón. Puedo usar mis constantes quejas como una ventaja.

Por supuesto que mi primo accedió a regañadientes, Edmund puede llegar a ser muy terco.

No puedo creer que una chica como T/N esté con mi primo, sólo hay que verlos un momento para darse cuenta de que ella merece a alguien mejor, si tan sólo yo pudiera...

- ¿Estás enamorado de la novia de tu primo? -el pequeño rubio dio un salto en su lugar mientras escondía su diario.

-Aquí nunca hay privacidad ¿cierto? Eso es algo que no te incumbe.

Reepicheep rio divertido.

-Tienes suerte de que fui yo quien leyera lo que escribías y no tu primo, ya ves que el rey Edmund puede llegar a ser muy...

El roedor dejo la frase al aire mientras buscaba las palabras correctas para describir al rey.

- ¿Celoso? ¿Explosivo? ¿Territorial? – el roedor soltó una carcajada al escuchar los adjetivos que había sugerido el rubio y el niño sonrió también.

-Procura escribir cuando todos estén dormidos niño- dijo Reep y salió a cubierta para comenzar su turno.

(...)

Lucy se encontraba acostada junto a la pequeña Gael, quien dormía plácidamente; la reina no se contuvo más y sacó de su ropa el hechizo que había arrancado en la biblioteca de Coriakin. Suspiró varias veces, extendió la hoja y repitió.

-Transforma mi reflejo perfecto y complejo, pestañas, labios y cuerpo- a su mente vino la imagen de su hermana Susan. -Hazme aquella que, a mi parecer, es más hermosa que mi ser.

Sin que la pequeña Pevensie se diera cuenta una niebla verde comenzaba a danzar a su alrededor y al no ver cambio alguno en su cuerpo se acercó al espejo de la habitación, sin saber que estaba a punto de vivir una pesadilla.

PEVENSIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora