Africa

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Playa, sol, arena y el hombre más amoroso, guapo, dulce y caliente del mundo esparciendo protector en mi cuerpo bajo los rayos del astro rey. Debería ser ilegal sentirse tan relajada, amada, feliz. Debería ser ilegal tener todos esos abdominales, esos bíceps, esas manos, ese perfecto trasero, esa muy bien dotada parte frontal y esa perfecta boca sólo para mi. Y sobretodo debería ser ilegal todo lo que hizo con ella la noche anterior.

Cierro los ojos y me abandono a las caricias. Calor, tengo calor y no es precisamente por el sol sino por las manos que aprietan y acarician en los puntos justos. De la nada tira de mi, haciendo que termine sobre su hombro y yo grito en sorpresa.

-¿¡Robin, qué haces!?

-¡Al agua!- tres días de nuestras primeras vacaciones juntos y a solas me han bastado para darme cuenta que mi hombre es un niño pequeño con juguete nuevo cuando del mar se trata. No tengo chance de protestar, patalear o huir cuando ya estamos sumergidos en las cristalinas aguas del mar. Pateo, braceo y emerjo en busca de aire, escupiendo agua salada.

-¡Robin!- lo reprendo, tosiendo como loca pero él solo se ríe mientras nada a mi alrededor. Quiero ahogarlo pero eso seria inútil así que le tiro agua al rostro. Se queja, frotándose el ojo derecho y aprovecho mi buena puntería para nadar lejos de él.

-oh no, amor... Esto es guerra.- me rindo a medio camino. No puedo superar esa masa de músculos en una competencia de nado. Rápidamente me atrapa por la cintura y nos sumerge a los dos bajo el agua cálida una y otra vez.

-¡Robin!- jadeo a la quinta sumergida

-Ruega- sonríe

-¡No!- y estamos bajo el agua otra vez. Me quito el agua del rostro una vez emergemos. -Está bien, esta bien. Por favor...

-Me gusta cuando ruegas, mi amor.- pronuncia con voz cálida y se me hace agua la boca el ver las gotas surcarle los labios.

-A mi también me gusta cuando ruegas, cariño- me enrosco a su alrededor, con brazos y piernas y él me sostiene de los muslos.

-¿Rogar? ¿Yo? Nunca.- dice con fingido desinterés.

-¿Ah no?

-Mnu- niega. Lo miro sin expresión. Dos pueden jugar el mismo juego. Hundo los dedos en su cabello sabiendo cuanto le gusta eso y tiro de él mientras balanceo mis caderas sobre su short de baño. Gruñe, cierra los ojos un instante y yo sonrío triunfante. -¿Vengativa, amor?.

-No se de que hablas- niego con inocencia, imitando el ritmo de las calmadas olas con mis caderas y beso distraída su cuello.

-No se de que hablas- niego con inocencia, imitando el ritmo de las calmadas olas con mis caderas y beso distraída su cuello

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-Regina...- se queja.

-¿Qué haremos hoy?- pregunto

-Se bien que quiero hacer hoy...- intenta besarme pero retiro mi rostro.

La novia de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora