Desconcierto.
Atenea.
Abro mis ojos lentamente observando lo que hay a mi alrededor tratando de recordar dónde estoy, sin embargo la punzada en la cabeza me hace cerrar los ojos con fuerza y dedicarme a mirar detenidamente el lugar donde estoy. Es una clase de cuarto hecho todo de cemento, sin ventanas o alguna otra cosa, solo es un cuarto desolado con una puerta de metal, un bombillo que da una tenue luz, la cual medianamente hace el esfuerzo por iluminar el lugar y un rincón con cadenas; me levanto con lentitud ya que mis articulaciones duelen demasiado, estando sentada escucho pasos que se acercan a la puerta, lo cual me pone alerta y me dirijo con rapidez al rincón, donde me siento con las piernas flexionadas sobre mi pecho mirando fijamente hacia la puerta a la espera de algo. A los pocos segundos entra un chico que por lo poco que puedo vislumbrar con la tenue luz, el maquillaje, el cual le tapa gran parte de la cara, y la capucha que trae, puedo evidenciar que es pelirrojo y de ojos azules verdosos, es alto, piel pálida y poco fornido.
—Atenea —me saluda acercándose a mí.
No le respondo, no le muevo, no hago nada, solo me limito a mirarlo.
—Es de mala educación no responder —se burla poniéndose de cunclillas.
Lo miro desde mi lugar y él sonríe tomando con una extraña delicadeza mi brazo izquierdo, admirando las quemaduras que hasta ese momento no había notado que tenía.
—Van mejorando poco a poco —murmura.
— ¿Quién eres? —cuestiono insegura.
—Oh, olvidaba que nunca recuerdas nada —suelta mi brazo sin el más mínimo cuidado y me mira serio.
— ¿De qué hablas? —lo miro confundida.
—Llevas mucho tiempo acá, conmigo y más chicos, pero nunca recuerdas nada, tu mente se niega a recordar o asimilar todo lo que pasa, básicamente hace la ley de lo que pasa afuera allá se queda —comenta poniéndose de pie.
Mi confusión no me deja pensar en nada más que no sea qué ocurre y por qué no recuerdo nada; el chico se dirige a la puerta y antes de que se vaya decido hablar.
— ¿Cómo te llamas? —le grito antes de que crucé el umbral.
Él voltea y me mira con una sonrisa socarrona.
—Adán —responde y acto seguido se va cerrando la puerta de nuevo.
Adán; mi mente comienza a ceder ante los recuerdos que trae el nombre y recuesto mi cabeza sobre la pared.
—Adán, nunca lo olvides Atenea —me susurra el pelirrojo.
— ¡Recuérdame maldita sea, recuerda quién carajos soy! —exclama enojado.
—Lo lamento Atenea, pero estoy cansado de todo esto, siempre trato de darte lo mejor y demás de mi parte, pero entiende que se me hace frustrante que un día estemos juntos en esto y al otro ni siquiera recuerdes quién soy —me habla de espaldas y sale del lugar.
—Yo... Yo, yo te amo, pero no puedo seguir con esto —murmura tomando mi rostro entre sus manos.
—Lo siento, yo, yo no quería que todo esto pasará —se disculpa con los ojos llorosos.
—Lo estuve pensando durante demasiado tiempo y lo mejor será que nos alejemos, que dejes toda esta locura y no me busques, soy peligroso Atenea —se excusa.
Pasó saliva con dificultad al recordar todo lo que ha ocurrido con Adán, todo eso hasta que la puerta se abre haciendo que me sobresalte; un rubio de ojos ámbar miel, es alto y fornido a diferencia de Adán, y por alguna extraña razón lo reconozco de inmediato.
—Biel —susurro desconcertada.
—Uhh —exclama sonriente—, me recuerdas, eso es increíble, aunque bueno, ¿Quién podría olvidarme? —menciona con arrogancia.
—Hace unos días no decías lo mismo —se le burla otro chico que está recostado en el marco de la puerta, es pelinegro con ojos del mismo color, su cabello es rizado, es alto y poco fornido, al igual que Adán.
—Dudo que a ti te recuerde —contraataca él con recelo.
—Es un milagro que te recuerde, ni siquiera recordaba a Adán —rueda los ojos.
— ¿Y ese qué tiene que ver aquí? —pregunta disgustado.
—Que ambos son como sanguijuelas: inseparables —responde sonriente un tercer chico, el cual al igual que los otros es alto pero no fornido, es parecido al chico que está recostado en la puerta, solo que este tiene los ojos color avellana y el cabello un poco largo.
—Eso es mentira, además me recordó a mí —presume orgulloso.
—Que te recuerde no significa que seas mejor que yo —interviene Adán de forma egocéntrica.
— ¿Tú qué punto tocas aquí? —se molesta Biel.
Los otros tres se ríen y Adán se acerca a Biel con una sonrisa socarrona que viéndola mejor es tan suya.
—El que toca pitos al parecer no soy yo —se mofa sonriente.
— ¡Vete a la mierda! —grita Biel en respuesta empujando al pelirrojo.
—Estoy contigo, así que supongo que no puedo irme a ese lugar —continúa provocándole.
Biel lo mira enojado y sale empujándolo con su hombro.
—Dyclan —se presenta el chico de cabello largo y rizado.
—Gael —me informa el otro chico guiñando su ojo y yéndose del lugar.
Extrañada miro a Adán, quien suspira con pesadez y se sienta a mi lado.
—Poco a poco irás entendiendo —avisa dejando su mano sobre mi rodilla.
— ¿Por qué estoy aquí? —cuestiono abrumada.
—Más tarde lo vas a comprender, pero solo te voy a pedir que por el momento te mantengas al margen y por el amor a Jesucristo no hagas enojar a Tristán o Nader —me advierte.
—No entiendo nada —me quejo.
—Atenea, mientras recuerdas y todo esto se soluciona ten presente que no puedes contradecir o retar a Tristán o Nader, por ellos estás aquí y si haces algo que les desagrade aún más que la vez pasada estarás peor, por ahora solo fue esto, pero a la próxima ellos mismos lo dijeron y no van a ser cuidadosos ni nada por el estilo, por ello te suplico que seas obediente mientras recuerdas todo y podemos salir de esta, solo ayúdame y haz caso —me pide antes de ponerse de pie y salir dejándome completamente sola de nuevo.
No sé qué esté pasando o qué pasó y qué pasará, solo sé que hasta el momento solo puedo confiar en lo que me dice Adán y en lo que le pide o acabaré de la peor forma.
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Damn Clowns
RandomTodo comienza con los secretos y se va desenvolviendo con el deseo, el morbo y la obsesión; Atenea llevaba una vida tranquila sin nada fuera de lo normal, o eso era lo que ella creía. Arine y Alicia siempre estuvieron familiarizadas con el entorno c...