III

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Era domingo, ya hacía una semana de que Robin había llegado a la casa de los hermanos. La pelinegra se levantó una hora más tarde y preparó el desayuno para todos. La pelirroja le había comentado que su hermano solía quedarse en casa, aunque se la pasaba la mayoría del día viendo TV o en su habitación. Justo había terminado de salir de la habitación cuando el peliverde salía del baño secándose el pelo, que ahora le llegaba a los hombros, con una camiseta de las que le gustaban y unas bermudas, parecía más él mismo. Notó que Robin había puesto un plato para él en la mesa y llevó su toalla a su sitio, y pretendía llevarse el plato cuando la pelinegra lo detuvo.

—No, señor. Se come en la mesa.

—Por favor, Robin, esta es mi casa y como donde se me antoje.

—Y este es el desayuno que yo preparé y se come en la mesa. Ven, siéntate, no te vas a morir por comer conmigo.

— ¿Así es como será todos los días? ¿Te la pasarás acosándome?

—Si el intentar que vuelvas a comportarte decentemente se llama acosarte, entonces sí.

Zoro se rindió y la acompañó a la mesa. De todos modos ya estaba allí y parecía que nada que le dijeran la haría marcharse, y no podía negarlo, la extrañaba, así que pensó que conversar un poco no haría daño. Sólo tenía que asegurarse de que se marchara en dos meses como había dicho, y cuidar que no metiera las narices donde no debía. Pero era más fácil decirlo que hacerlo, teniendo en cuenta que Robin estudiaba periodismo, meter las narices donde no debía era su pasión.

— ¿Y qué haces los domingos? —preguntó ella, luego de que él se sentara y comenzara a comer sus huevos con tocino.

—Estoy seguro de que Nami te dijo.

— ¿Algo diferente que planees hacer hoy?

—Huir de ti.

Al peliverde le salió tan natural que ni siquiera se dio cuenta. Ella se quedó mirándolo y de repente comenzó a reírse, y él se contagió, había olvidado cuando amaba hacerla reír. Recordó los días de limpieza exhaustiva en los que Bellemere los hacía participar, Robin siempre era la cabecilla y repartía las tareas, y cuando les pedía a los otros que repitieran lo que les tocaba hacer, él siempre le decía lo mismo.

Zoro, ¿qué es lo que te toca hacer?

—Obvio, huir de ti.

Nami los miraba desde la escalera, con una sonrisa. Ella sabía que los dos se gustaban muchísimo, pero no tenía idea de qué tan lejos habían llegado, ya que Robin nunca le dijo mucho, y Zoro menos. Era en parte por eso que quería saber lo que había pasado entre los dos. Se quedó oculta tras la escalera para ver si alguno decía algo del tema. Notó un silencio que se formó entre ambos, hasta que por fin su hermano habló. Se emocionó al verlo tomar iniciativa, hacía mucho que no lo hacía.

— ¿Y cómo te está yendo en la universidad?

Robin se ahogó con un pedazo de tocino, y tomó algo de jugo, dejó salir una pequeña risa nerviosa.

—Muy bien. Mi primer año fue bastante emocionante, he aprendido muchísimo, aunque las asignaturas eran básicas. Y hasta ahora mis compañeros han sido muy agradables. Mis compañeras de piso no son las mejores, pero nos llevamos bien, supongo.

—Suena bien. ¿Te dejan mucha tarea?

—A montones. Pero es lo normal, estoy acostumbrada. Si quiero mantener mi beca, debo dar lo mejor de mí, así que siempre me mantengo estudiando cuando no estoy trabajando.

— ¿Estás dejando tiempo libre para ti misma? Debes descansar de vez en cuando.

—Claro, mis trabajos sólo son de medio tiempo. A veces ayudo en la biblioteca, a veces asisto a algunos profesores, otras veces ayudo en el café que queda en la zona universitaria. Hubo un mes en el que incluso vendí ropa en una tienda que necesitaba trabajadoras temporales por el cambio de temporada, todo estaba en liquidación y la clientela era masiva. Fue todo un caos. Pero siempre trato de dejar un espacio de 1 hora en la tarde para tomar aire fresco, un rato para leer antes de dormir, y los domingos en la tarde salgo con Mark.

Ruleta RusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora