XV

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Dos días antes

Se encontraba en su habitación, de noche, dando vueltas de un lado a otro, sin poder dormir. Era su séptimo día de retraso, la desesperación la invadía.

Soy una completa idiota. ¿Me acuesto con un hombre una sola vez y ya estoy pasando por esta clase de sustos? No puedo creer haber sido tan estúpida, ni siquiera me protegí. Zoro... Él ya no está... Si tengo un hijo suyo yo... ¡¿Por qué?! —gritó, sintiendo que la situación la superaba, y se tiró en la cama.

No pegó un ojo en toda la noche. Recordó haberle dicho a Sanji que la acompañara a la farmacia a comprar la pastilla del día después en la mañana, antes de enterarse de la muerte de Zoro, pero luego de recibir la fatídica noticia, todos perdieron la cabeza, incluyéndola. No era propio de ella. Siempre tenía todo bajo control, siempre era responsable, no estaba acostumbrada a aquel tipo de ansiedad. Y lo peor es que se encontraba en un debate interno. Pensaba que un hijo del hombre que amaba sería un regalo, pero ella estaba sola, criarlo sin él le aterraba, y por más que lo quisiera él ya no iba a regresar. Su corazón aún seguía sumergido en el dolor, un domingo siete sólo lo empeoraría... Y ella no estaba segura de poder soportar más.

Lo primero que hizo al pararse de la cama fue llamar a Nami, bastante temprano, antes de que su entrenamiento comenzara. Le contó lo sucedido y su amiga le recomendó que comprara una prueba de embarazo casera, cosa que hizo en la farmacia del campus, y luego de un par de clases en las que no se pudo concentrar mucho, llegó la hora del almuerzo, en la que Nami tenía unos 20 minutos libres.

—Muy bien, ya me la hice. Sólo queda esperar.

Sólo fueron cinco minutos, pero la espera se le hizo eterna. Pasaron y Nami la incitó a abrirla.

A mal tiempo darle prisa. Ábrela.

Contuvo el aire, y lo hizo. Sólo había una raya, suspiró.

—Es negativa.

Pero aún no te llega nada, ¿verdad?

—No. Creí que esta mañana tal vez sí, pero...

Puede ser estrés. Perdimos a Zoro, hemos estado angustiadas y hemos sufrido mucho.

—Sí, pero a ti te llegó.

Todas somos diferentes, Robin, y lo sabes.

—Pero no puedo descartar la posibilidad. Estas pruebas pueden fallar.

En eso sí tienes razón, puede ser un falso negativo. Lo mejor es que te hagas la prueba de sangre.

—Supongo que sí... La haré después de clase. Nami, yo... Si sale positiva, no tengo idea de qué voy a hacer. Podría seguir estudiando, pero mi beca no me permite descansos, así que cuando llegue el parto, tendría que dejar de estudiar. Y aún tengo la casa, puedo venderla, pero no me darían mucho por ella, no me alcanzaría para estudiar y criar un niño, ni siquiera trabajando. Criar a un niño yo sola es una posibilidad que no puedo considerar.

Cariño, aún no sabemos si lo estás o no. No importa lo que pase, yo voy a estar contigo, y te voy a apoyar. Ya lo resolveremos, no te estreses innecesariamente. Hazte la prueba, y luego hablamos. En la noche me das la actualización, ¿de acuerdo?

Asintió, al borde de las lágrimas.

—Pase lo que pase...

Nos tenemos la una a la otra.

—Te quiero, calabacita.

Y yo a ti, mora.


Ruleta RusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora