VII

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La pelirroja despertó. Eran las 3 de la mañana, los chicos se habían dormido en los dos colchones que tiraron en el piso, el de ella y el de Robin, y ella en el sofá. Se puso de pie y tomó algo de agua, y cuando espabiló un poco se dio cuenta de que su amiga no estaba.

—No puede ser... ¡Robin!

Intentó no entrar en pánico. Subió las escaleras, seguro estaba arriba, y de hecho necesitaba ir al baño. Llegó hasta el fondo del pasillo y notó la luz encendida, la puerta estaba abierta. Suspiró por el alivio. Se acercó a la puerta, hablándole, sin esperarse ni por asomo con lo que se iba a encontrar.

—Robin, si aún no puedes dormir puedo calentar un poco de leche, yo--

Se paralizó al ver a su hermano con su amiga sobre sus piernas, ambos inmersos en un apasionado beso. La pareja se separó abruptamente al verla, fuertemente sonrojados, Nami ni siquiera tuvo el tiempo de notar el nuevo look de Zoro. En cambio, se dio cuenta de que el peliverde estaba en bóxers y el camisón de Robin se había subido hasta lo más alto de sus piernas, dejando entrever un poco de su ropa interior también. El espadachín nunca soltó la cintura de su amada. Finalmente, Robin fue quien rompió el repentino silencio.

— ¿Se te ofrece algo, calabacita? —preguntó, intentando sonar casual, aunque sabía que en aquella situación era imposible. Zoro bufó por la interrupción.

— ¿Qué quieres, bruja?

—N-nada. Iré al baño de abajo —dijo, como si fuese necesario anunciarlo, y le puso seguro a la puerta antes de cerrarla. Tan pronto como se fue, ambos estallaron en risas.

— ¿Crees que se haya traumado?

—Estará bien. Creo que ya es hora de llevarte a la cama —dijo ella, llevándose una mirada sugerente de él, y rodó los ojos.

La mujer se puso de pie y lo ayudó a caminar hasta su habitación, y lo dejó en la cama. Le ofreció un par de pantalones, pero él se negó. La chica salió un momento por algo de agua, y recordó que su colchón estaba en el primer piso. Tendría que molestar a Nami para pedirle que abriera el sofá cama. Regresó al cuarto de Zoro y buscó una cobija, y se aseguró de que estuviera cómodo, arropándolo bien, con la intención de marcharse luego, pero él la tomó del brazo y tiró de él, haciéndola caer a su lado, y arropándola en un solo movimiento. Le sacó un sonrojo.

—Ven aquí. Quédate por esta noche.

—Y-yo...

—No te haré nada. Sólo quiero tenerte a mi lado.

Robin asintió y se acercó un poco más, sintiendo el brazo del espadachín rodear su cintura y un beso en su frente.

—Dulces sueños, mora.

Se quedó mirando su cuarto con mucha más atención, no había entrado allí desde antes de irse. Estaba igual que como lo recordaba. Sus cinco espadas estaban en una base, colgadas en la pared, recordaba bien cuando compró varias de ellas por internet, tuvo que sacar un permiso para poder tenerlas. Más abajo, estaba una repisa con figuras de acción y varios modelos a escala de diversos aviones que él mismo había armado, recordó armar el del centro junto a él, era un Curtiss P-6E Hawk. También estaban el P-15 Mustang, el SBD-5 Dautless, y el F4U-4 Corsair, entre otros. Su uniforme de camuflaje de color verde grisáceo estaba en la parte trasera del clóset, se podía ver una de las mangas y piernas, y las paredes estaban pintadas de un blanco hueso, adornadas con varios cuadros en los que se mostraban medallas y reconocimientos. Pero lo que más le llamó la atención fue una tira de fotos adheridas a una esquina el espejo en su cómoda, eran del día del baile de graduación. Se las habían tomado en la cabina, eran 4 en total, usando gorros y accesorios ridículos. Junto a la tira había otra foto un poco más grande, ambos lucían felices, se sintió feliz de poder volver a experimentar aquella sensación otra vez, ahora entre sus brazos. Se abrazó a él con más fuerza, con las manos sobre su pecho, cuidando no lastimarlo, y cerró sus ojos, intentando dormir.

Ruleta RusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora