IV

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— ¿Mark? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo lograste encontrarme?

—Fue fácil, dijiste que vivías en Villa Foosha en Goa. Busqué en el mapa y noté que era pequeña, así que vine y ya estando aquí fue fácil preguntar por ti y llegar hasta aquí. ¿No estás feliz de verme?

Le dio un beso casto y la abrazó, ella estaba consternada. No recordaba haber mencionado donde vivía, y ni siquiera tenía dicha información en sus redes sociales. Le dio muy mala espina.

—C-claro, pero, ¿por qué no me avisaste que venías? Viví aquí un tiempo, pero esta no es mi casa, no puedo disponer de una habitación o traer invitados sin decirles. Creí que te quedarías con tu familia.

—Quería sorprenderte. Y no te preocupes, me quedaré en una posada cerca. Incluso puedes ir conmigo, si quieres. Así tendremos tiempo a solas.

El rubio la tomó del mentón y la miró a los ojos, lo que la hizo sentirse incómoda. Tomó su mano y lo guió adentro rápidamente.

— ¿Quién es, Robin? —preguntó Nami, desde la cocina, para luego caminar hasta la sala.

—Nami, te presento a mi novio, Mark. Vino a quedarse unos días.

—En realidad, me quedaré todo el verano.

No puede ser... Zoro querrá matarme.

Suspiró, vencida, y puso una sonrisa fingida. Nami lo notó, ya la conocía bastante bien como para saber cuándo pretendía.

— ¿En serio? ¿Y qué pasó con tus padres? ¿No me dijiste que querían verte?

—Así es, pero mi hermano les pagó un viaje, así que creí que lo mejor era pasar el verano con mi adorable chica.

La abrazó por la cintura, y ella volvió a sonreír. Nami se quedó mirando el intercambio, la mirada de Robin decía a gritos que estaba incómoda. Quiso suavizar un poco el asunto.

—Es un placer, Mark, llegaste justo a tiempo. Preparábamos una parrillada, unos amigos vendrán a visitar. Siéntete como en casa.

—Mark, cariño, puedes poner tus maletas en esta esquina.

— ¿Por qué no mejor las subes a tu habi--? —La pelinegra le hizo una seña de negación pasando un dedo por su cuello sin que él lo notara, y Nami captó la idea. —O mejor no, no queremos importunar a Zoro, está durmiendo y se despierta muy fácilmente.

— ¿Zoro?—preguntó él.

—Sí, es mi hermano —respondió la pelirroja—. Te advierto de antemano que no es muy amigable, pero no es por nada en específico, él solo es así. No lo vayas a tomar personal.

—Claro, no hay problema. ¿Necesitan ayuda, terroncito?

—Terminábamos de preparar la comida, pero debemos abrir la parrilla. ¿Podrías ayudarnos con eso? Está guardada en ese armario al fondo, y el tanque de gas está junto a la puerta.

—Por supuesto —dijo, y ella lo guió hasta el patio, para luego regresar hasta la cocina.

—Mierda, Nami... Se suponía que él estaría muy lejos —susurró ella, y la pelirroja le dio una mirada empática.

—No sé ni qué decirte, amiga. Se supone que es tu novio, ¿por qué te comportas así a su alrededor? ¿Y por qué es un problema que esté aquí?

—Porque justamente acababa de decidir que iba a terminar con él.

— Diablos... ¿Y eso no te facilita las cosas? ¿O pensabas terminar por teléfono?

—No, pero tampoco planeaba traerlo aquí, no me gusta la idea de que sepa dónde vivo. Pensé encontrarme con él en el centro comercial o algo así. Además... A Zoro no le sentará nada bien que le ande restregando mi novio en la cara.

Ruleta RusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora