XVI

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Ambos se disponían a entrar, mientras Shakki se marchaba, sin embargo, antes de que Robin cerrara la puerta, alguien llamó al espadachín. Era Tashigi, estaba algo cansada de correr, lo que le indicaba que tenía tiempo buscándolo.

— ¡Zoro! Por fin te encuentro —jadeó un poco, descansando. Robin la miró, frunciendo el ceño. Trató de ignorarlo. —Smoker-san acaba de llamar, dice que en la base te solicitan.

—Se suponía que sería en la noche, ahora mismo no puedo ir. Dile que iré mañana.

— ¿Cómo? Sabes que no puedes simplemente escoger cuándo quieres ir, ¿verdad? Es la fuerza aérea, Zoro, no un resort.

—Dile a Smoker que voy mañana —repitió, molesto—. Estoy tratando de resolver el maldito desastre que él dejó.

—No puedo creerlo, sabes que es una oportunidad única. ¿Piensas perderla así como así? Vas a meterlo en problemas.

— ¡No me importa! Lo hubiera pensado antes de decirle a toda mi familia que estaba muerto. Que se las arregle solo. Robin me necesita, y no pienso dejarla.

Había tomado su mano y la apretó, con fuerza.

—Kenshin-san, si debes irte, no tengo problema. Sé cuánto anhelabas volver a la academia. Podemos hablarlo después.

—No, esto es muy importante. No pienso irme cuando más me necesitas.

—Entonces debo asumir que tirarás tu oportunidad a la basura —reclamó la de los anteojos, y él intentó tranquilizarse, lo estaba sacando de quicio. Se masajeó el puente de la nariz. 

—Ya hablaré con Garp, lo resolveré. No tienes que esperarme, buscaré la forma de volver. Gracias por traerme.

—Muy bien. Después no digas que no te lo advertí.

—Tashigi —habló esta vez Robin, y la mujer se volteó, viendo su mirada severa y preparada para recibir insultos de su parte, pensando en cómo devolverlos, pero no fue así. —No puedo decir que estoy feliz por lo que hicieron. Hacernos creer que Zoro estaba muerto por todo un mes fue cruel y despiadado, y totalmente inaceptable. No los perdonaré nunca. Pero... Gracias por cuidar de Zoro. No era tu obligación y aun así lo hiciste.

—Sabes bien que no lo hice por ustedes. Lo hice por él.

—Lo sé, sé lo que sientes por él. Pero él está con nosotros gracias a ustedes. No lo olvidaré.

—No hay nada que agradecer. De todos modos nunca tuve oportunidad. Adiós.

El espadachín la vio irse, asombrado, y se volteó a ver a la pelinegra.

—Entonces era verdad. Le gusto.

—Eres el único tono que no se dio cuenta. Creo que hasta Smoker lo sabía. Pero ya no quiero hablar de eso. ¿Vamos adentro?

Zoro le sonrió y le acarició la nariz con un dedo, como cuando eran adolescentes, haciéndola sonreír y que desarrugara su nariz, y ella lo invitó a entrar, indicándole que se sentara en un pequeño sofá de dos plazas. La prueba casera y el sobre con los resultados estaban en la mesa, ella abrió el refrigerador ejecutivo que tenía y puso dos botellas de sake en la mesa. Zoro se alarmó al ver el contenido de la pequeña nevera.

—Te dije que siguieras sin mí, no que te volvieras alcohólica como yo.

Robin supo que se refería a las aproximadamente 10 botellas de sake que tenía guardadas. Se rió un poco y se sentó a su lado.

—Tranquilo, sabes que no me gustan los malos hábitos. Me estuve tomando una cada noche antes de dormir, era una forma de intentar sobrellevar el duelo. Me hacía sentir más... Cerca de ti.

Ruleta RusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora