VI

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Luego de que Zoro se fuera, Robin y Nami notaron que la mayoría de los vecinos habían salido por el alboroto, pero ninguno se atrevió a acercarse, a excepción de Usopp, que vivía en la misma calle. Al notar el montón de sangre en el suelo y mirar de reojo hacia adentro, ya que la puerta aún estaba abierta, sus ojos se abrieron, estaba anonadado.

— ¡Chicas! ¿Qué demonios sucedió?

—Ese bastardo intentó abusar de Robin, y Zoro lo dejó hecho trizas.

—Mierda. Robin, ¿estás bien?

—Yo--

Nami no la dejó hablar, poniendo una mano en su hombro.

—Está afónica, la estaba estrangulando, y tiene algunos golpes, pero gracias a Dios no fue peor.

— ¿Y ese idiota las dejó solas?

—Dijo que tenía que irse con esos hombres, me dijo que los llamara a ustedes y a Hiruluk.

—Quédense adentro, yo voy por él. Llamaré a los demás en el camino.

No pasó mucho tiempo cuando todos llegaron, incluido el chico pelinegro que Nami solía ver en las mañanas, lo cual le sorprendió.

— ¿Se te ofrece algo?—le preguntó, desde la puerta, y él le sonrió cálidamente.

—Sí, soy nuevo en el vecindario, no sé si me hayas visto antes. Mi abuelo y yo nos mudamos hace poco. Escuché el alboroto y quería saber si estaban bien.

No sabía si era una buena idea responder. Por la apariencia de las cosas, Zoro estaba metido en algo turbio, así que no era bueno que hablara demás.

—Sí, gracias por la preocupación. Sólo fue un pequeño malentendido.

— ¿Segura? Creí haber escuchado que le hicieron daño a tu amiga. ¿Ella está bien?

—Robin está bien, un médico la está viendo. Muchas gracias por tu amabilidad.

—Me alegra oír eso. Vivo a dos casas, la que tiene el sol con cara de león pintado en la puerta. Si necesitan cualquier cosa, no duden en ir a buscarme a mí o a mi abuelo, si podemos ayudar lo haremos.

—Muchas gracias... ¿Cuál es tu nombre?

—Luffy.

—Luffy. Eres muy amable. Bienvenido al vecindario, por cierto. Ten buenas noches.

—Buenas noches.


Hiruluk revisó a Robin, algo consternado por lo sucedido.

—Ustedes tres tienen talento para meterse en problemas, ¿no?

—No es nuestra intención. Los problemas vienen a nosotros —respondió Nami.

—Tengan mucho cuidado, niños. Los hombres con los que Zoro se fue en esa camioneta son peligrosos. Y no es la primera vez que se va con ellos —esto llamó la atención de todos—. Aconséjenlo, si sigue frecuentando esas malas compañías, las cosas serán mucho peores que un intento de abuso.

Nadie dijo nada. El médico le suturó una cortada en la mano, y le removió un par de cristales más pequeños. Confirmó que, por suerte, las mordidas no habían sido tan graves, y la herida en el labio sanaría por sí sola. La garganta, en cambio, estaba algo inflamada, así que tendría que comer cosas ligeras por los próximas días, y no debía hablar por las siguientes horas. Tenía un pequeño moretón en el pómulo, aquello desaparecería sólo.

—Muy bien, creo que es todo. Machaca las píldoras y mézclalas con el agua, así no te lastimarás. Te vendré a ver en unos días. Y por favor, chicos, traten de no meterse en más problemas. A Bellemere no le gustaría nada esto.

Ruleta RusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora