XII

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Al amanecer, la pelinegra se levantó en la gran cama, aliviada por sentir algo de paz y poder despertar sin miedo a encontrarse con un escenario fatídico o con ansiedad por lo que pudiera suceder. Tomó un baño caliente y abrió las ventanas luego de cambiarse, al estar en un ambiente de campo tuvo la excusa perfecta para ponerse una mini falda de mezclilla azul y una camisa corta ajustada de cuadros azules y rojos, amarrada por sobre el ombligo. Se aseguró de ponerse repelente contra insectos en las piernas y bajó hasta la gran cocina, equipada con comida suficiente, y comenzó a preparar el desayuno para los demás.

Cuando los demás llegaron, Robin y Sanji ya tenían la gran mesa preparada con tostadas, huevo, tocino, waffles y yogurt con frutas. Nami, Tashigi y Luffy habían bajado, pero Zoro aún no, lo que no le pareció raro. Pensó que debía estar agotado. Cuando la pelirroja la vio regresó a su cuarto.

—Oh, Robin, me encanta tu atuendo... ¡Y sé con qué completarlo!

La pelinegra frunció el ceño, confundida, y entendió todo cuando su amiga bajó con un sombrero blanco y un par de botas marrones que la mujer reconoció. Prácticamente obligada, se puso el sombrero.

—Anda, ponte las botas también.

—Por Dios, Nami, se supone que huíamos. ¿De dónde sacaste tiempo para buscar mis botas viejas? ¿Y para qué las trajiste?

—Bueno... Nunca se sabe. Si teníamos que vivir huyendo, ¿por qué no usar lo que de verdad nos gusta? La verdad es que las vi mientras buscaba algo mío y las traje, sé que las adorabas. Adoras todo lo vaquero en general.

—Sólo fue una fase a los 15. Lo superé hace mucho.

— ¿Segura? Tu camisa y tu falda me dicen otra cosa. ¡Vamos, póntelas! Te quedarán bien.

—Estoy de acuerdo con Nami-san, hazlo.

— ¡Póntelas, Robin! ¡El viejo oeste es genial, seguro que te queda bien! —le gritó Luffy, y ella accedió, rodando los ojos, divertida.

— ¿Contentos?

—Te ves espectacular, Robin-chan. Una vaquera de los pies a la cabeza.

—Oh, oh, sólo una cosa más.

Nami se acercó a ella y le hizo una trenza, y la pelinegra la mandó a sentarse, mientras iba a buscar el último plato. En ese momento, Zoro llegó y vio su atuendo, y le dio una sonrisa ladina, recorriéndola de los pies a la cabeza con la mirada. Tashigi miró el gesto, extrañada, y mucho más cuando el espadachín abrazó a la chica por detrás y depositó un beso en su cuello.

—Vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? —dijo, tomando su mano y dándole una vuelta—. ¿Volviste a las andanzas?

—Nami me obligó.

— ¡Hey, tú ya tenías la camisa y la falda!

—Sí, pero parecía normal hasta que trajiste el sombrero. ¿Puedes creer que tenía mis botas guardadas y se le ocurrió traerlas?

—Y no solo eso. Tengo tu disfraz, el que usaste para la fiesta de Connis.

— ¿En serio? —preguntó Robin, y la pelirroja asintió. —Tenía 16 cuando lo usé, y ahora tengo 22. No hay forma de que me sirva. Creo que necesitas revisar tu definición de "sólo lo necesario".

—Ya le haremos algunos arreglos. Apuesto a que te verás genial.

— ¿Pretendes que me ponga ese traje raro sólo porque estamos en una hacienda?

—Oh, claro que sí. Tenemos que hacer una fiesta vaquera y una video-llamada con los chicos. Bueno, al menos cuando estemos al tanto de lo que harán con el capitán John.

Ruleta RusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora