IX

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Habían pasado tres semanas desde la llegada de Robin. Todo parecía normal, los cuatro seguían la misma rutina de siempre, y se mantenían bajo perfil. Luffy y Nami se habían vuelto novios, a pesar de la renuencia de Zoro, que era tranquilizado por su enamorada, quien le recordaba que debía confiar en su hermana y que Luffy no era una mala persona.

Llegado el domingo, la pelinegra despertó temprano y encontró al chico ejercitándose. Había tomado un baño y luego de eso él entró, con la intención de quitarse el sudor de encima. Preparó algo de avena para los cuatro y un tostó un par de rodajas de pan blanco, Luffy siempre llevaba pan que hacía junto a su abuelo. Justo cuando tomaba asiento, el espadachín salía con el torso descubierto y una toalla, secándose el pelo.

—Luces mucho mejor que hace dos semanas —dijo ella, mientras recibía un beso de su parte—. Te dije que hacer ejercicio te haría bien.

Y era cierto. Si bien Zoro aún no tenía los bíceps, tríceps, y abdominales marcados, había ganado masa muscular y se veía mucho más saludable. Asintió y tomó asiento, comenzando a comer su desayuno.

—Parece que te deleitas viéndome.

— ¿Para qué te digo que no si sí?

—Eres una descarada —dijo, riéndose por lo bajo, y ella se unió a él.

—Si ya eres irresistible así, no me quiero imaginar cuando vuelvas a tener esa tableta de chocolate y esos brazos fuertes que tenías hace dos años cuando volviste.

— ¿Te parecía irresistible entonces?

—Me gustas desde siempre, Zoro. Y sí, lo eras, pero tampoco andabas por ahí enseñándole tus músculos a cualquiera. Cuando viniste de la academia tenías una actitud seria, como si todavía tuvieses al general gritándote órdenes por la mañana. Recuerdo que hacías tu cama y recogías tu cuarto en 5 minutos, y lo mismo para el baño.

— ¿Hasta en eso te fijabas?

— ¿Bromeas? Fue la única apuesta que le gané a Nami. Hasta usamos un cronómetro para medirlo.

— ¿Sí? ¿Y cuánto le ganaste a la bruja?

—50 dólares. Recuerdo que con ese dinero logré que te comieras un helado un día que hacía un calor horroroso. Como no formaba parte de tu dieta en la academia no querías comerlo.

—Siempre has logrado sacarme de mi zona de confort. ¿Fue en la heladería de la calle Summer, no?

—Así es. Me encantaban los helados de allí. ¿Todavía está abierta?

—Sí, creo que la he visto. Si quieres podemos ir por un helado esta tarde. Ya reparé mi moto, luego de eso podríamos ir a pasear por ahí.

—Me encantaría —le dio una sonrisa, y él acariciaba su mano sobre la mesa.


Más tarde, ambos aprovecharon para salir y Luffy fue a visitar a Nami, con la supervisión de Sanji, por supuesto, aunque ninguno lo notó. Nami odiaba ser tratada como una niña, pero el rubio entendía las preocupaciones de Zoro y entendía la gravedad de la situación. Al peliverde le aliviaba bastante saber que si se iba al trabajo él estaría para cuidarlas, y a pesar de que la cosa aún no estaba peligrosa, sabía que todo iba a comenzar a moverse pronto.

La pelinegra, que iba vestida con un vestido negro corto de puntos blancos, disfrutaba de un helado de yogurt congelado hecho a base de moras, fresas y cherries, con crema batida por encima. Zoro, en cambio, se había decantado por uno de chocolate con nueces de Macadamia.

—Esto es una bomba de azúcar. Es horrible para la dieta en la que me tienes.

—Un día al año no hace daño. ¿A dónde vamos?

Ruleta RusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora