CAPITULO XIII

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"Tenebris"

"Tenebris"

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Vladimir

Las inmensas rejas de metal se abrieron cuando el Mustang se abrió paso entre el camino de tierra y observe a los centinelas sobre los techos de la mansión, cada uno postrado cerca de los balcones asemejándose más a gárgolas mitológicas que humanos; descendí del auto y las puertas de la mansión se abrieron sin apenas haber tocado los escalones entonces me adentré en la antigua estructura dejando que los empleados me tomaran la cazadora y el estuche que cargaba conmigo.

Observe a Massimo junto al barandal en el segundo piso, estaba impecable como siempre y me miró serio sabiendo lo que se venía; pase de largo invitándolo a seguirme y la puerta del estudio se cerró tras nosotros entonces tire de la sagrada biblia sobre el estante medio y mueble de corrió dejando ver una entrada.

Las luces se encendieron cuando me acerqué a los cristales en el fondo del pasadizo dejando ver el laboratorio que escondía; los ventanales se extendían a lo largo del lugar y en el interior la luz fría le daba al ambiente el aspecto de ser estéril. Los nobles tenían prohibido practicar ciertas disciplinas porque se consideraban impropias e innecesarias al tener esclavos y súbditos que lo hiciesen por nosotros, pero yo no jugaba limpio y mi sangre noble tenía demasiada mierda embarrada como para apegarme a todas las costumbres arcaicas y al igual que Massimo quien era un hombre interesante en cuanto a conocimiento, yo no me había quedado atrás.

Coloque la contraseña en la bóveda al final del lugar y tome las seis ampolletas que contenían el líquido negro; habían cosas que los mundanos no podían tener y sin embargo yo estaba dispuesto a jugar mi carta más arriesgada con tal de obtener lo que quería; el acero santo había sido la creación de los vigilantes en el principio de los tiempos, pero lo que había desarrollado la Domus rosis era diferente, era el futuro y el arma más poderosa de los nocturnos. Mire a Massimo de reojo y asegure el maletín antes de partir.

Hace días había enviado a Ana a Rusia en busca de una conciliación dejando sin opciones a los Grigori, pero la Bratva era eso, una organización creada por y para delincuentes que si bien conocían las leyes y los códigos, sólo se rendían pleitesía así mismos: Bratva antes que Bratva, un lema interesante. Los rusos y los Grigori eran rivales por naturaleza, diferencias históricas en el inicio de los tiempos, pero cualquier diferencia podía solucionarse cuando habían intereses de por medio y por ello me había adelantado a asegurar a mis peones dentro del tablero; los rusos eran demasiado inteligentes como para fallarle a la corona teniendo una soga al cuello, pero por otro lado los chinos, el nuevo aliado, tendía a ser más caprichoso.

Decir que necesitas a alguien es reiterarle al mundo que tienes una debilidad y para mi no existe tal palabra; los chinos habían subido de categoría convirtiéndose en el  alfil de mi tablero y por ende podían codearse con las dos primeras castas puras mientras lo permitiese «Y no sería así sino tuviesen algo de ello también». La tercera casta pura sería ingenua si su líder Chang Liu comenzaba a creer que de repente de la noche a la mañana yo había comenzado a reconocer su trabajo en Queens.

 Oscuros de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora