Freya
Dublín, Irlanda.
Abdala se había quedado sentada en el suelo, a un lado de la puerta de la habitación de su madre, intentando escuchar su conversación. Se sintió muy alertada cuando dejó de escuchar sus voces, pero su deber era esperar afuera, por lo cual decidió levantarse y continuar con el resto de tareas que tenía para ese día.La más importante de todas era poner en fecha las futuras conferencias que debía dar el próximo mes a sus estudiantes de cátedra, siendo ella profesora de una prestigiosa universidad católica de la región, impartiendo clases de teología e historia general.
Hacía más o menos un mes atrás su trabajo se le había facilitado grandemente gracias a la ayuda de un nuevo profesor asistente y conferencista, con el cual se reunía de vez en cuando y adelantaban proyectos. Era un señor de unos cincuenta años aproximadamente, latino por sus facciones y acento. Hablaba inglés a la perfección, pero sus otros dos idiomas manejados tenían su dificultad para él.
El sonido estridente del timbre le alertó. No habían agendado ninguna visita para ese día, y era raro que los vasallos hubiesen dejado pasar a alguien si avisar primero. Bajó los escalones corriendo, pasándole por al lado a una sirvienta que estaba a punto de atender a la puerta, abriéndola ella misma.
—¡Ey! —exclamó confundida y feliz a la vez—. Con razón los guardias no avisaron a tu entrada en el terreno hasta la casa. Pasa, ahora mismo estaba pensando en ti.
—Espero que tus pensamientos sean buenos —dijo él en tono jocoso, estrechándole la mano y entrando al recibidor—. Disculpa que no haya llamado antes, pero tengo unos asuntos que tratar contigo.
—Pues me has caído como anillo al dedo. Hoy no es un buen día, pero las próximas semanas serán complicadas así que necesito adelantar.
—Entiendo a lo que te refieres…
—Bueno, sentémonos. —Señaló a un costado del recibidor, una pequeña sala aparte donde podían conversar en paz.
Se dirigieron hacia allá y él se sentó cómodamente, sacando unos cuantos papeles y documentos del maletín que llevaba y poniéndolos encima de la mesilla central de la estancia que dividía los muebles.
Abdala se sentó en frente suyo, esperando a que terminara de organizarlo todo para comenzar su plática.
—Debes haber manejado por casi una hora para llegar acá —le dijo Abdala—. Así que supongo que tengas sed. Puedo ofrecerte una cola, té o café si gustas. Incluso puedo mandar a preparar un aperitivo para ambos.
—Sería de mucho agradecer —respondió él—. Llevo todo el día sin comer ni tomar nada. A veces el trabajo me consume demasiado.
—Así será entonces. Pediré que nos traigan algo.
Ella se levantó, dejándolo solo, para ir a pedir en la cocina algunos bocadillos y bebidas. A unos metros de la estancia, un vasallo pasó por su lado corriendo, lo cual le pareció algo extraño, por lo cual lo detuvo.
—¿Ocurre algo? —le preguntó alarmada.
—Se divisó un intruso en los alrededores, cerca del bosque detrás del jardín trasero. Estamos movilizando a los guardias y cazadores a que salgan a comprobar.
—Encárguense de eso —dictó—. Nada puede interferir hoy con los planes de la señora Analla.
—Si, señorita —contestó el vasallo, haciendo una leve reverencia y saliendo disparado a cumplir la orden asignada.
Abdala se quedó con la preocupación, sin poder sacarse la sensación de peligro de la cabeza. Fue a la cocina, encargó la merienda y volvío junto a su invitado, el cual se encontraba con sus gafas con aumento puestas, concentrado en un documento que debían analizar para la conferencia que estaban planeando.
ESTÁS LEYENDO
DESCENSO (FINALIZADA).
FantasySiempre han existido dos realidades paralelas; dos mundos que convergen sin tener noción uno del otro desde el inicio de los tiempos. Solo pocos seres, que componen las siete familias fundadoras, han tenido el privilegio de comunicarse unas con las...